Siempre me resultó demasiado raro y difícil de entender. Siempre me generó una especie de vértigo y, aun así, me he embarcado en un par de relaciones con extraños.
En realidad, todas las relaciones de pareja se entablan con extraños. Uno conoce a otra persona, sale un par de veces, intercambia besos y un par de anécdotas o puntos en común y al tiempo, en mi caso, ya está viviendo con ese extraño.
Es una locura extrema y debieran internarnos por llevarla adelante tan descaradamente. Sin embargo, ni siquiera figura como delito en el Código Penal y nos embarcamos en esta locura como si fuera algo común y corriente.
Al poco, relativamente poco, no tan poco o mucho tiempo de ¿conocernos?, decidimos convivir con esa persona. Durante casi toda nuestra vida hemos compartido el techo con nuestra familia.
Es bastante común que no tengamos una buena relación de convivencia con nuestra madre, padre o hermanos y con esa experiencia de toda una vida, seguimos con la idea de vivir con un “extraño” y la materializamos en cuanto ese extraño también enloquece y coincide con nosotros en la brillantez de la idea.
Es entonces cuando juntamos todos nuestros “petates” y los metemos en bolsas, bolsos, bolsitos y nos vamos a la casa de ese extraño o, peor aún, a una casa extraña para los dos.
Cada uno ubica sus cosas donde puede y se activa el mecanismo de la vida en el mundo extraño, con la persona extraña “cuasi conocida”.
¿Nunca te pasó de despertarte una noche y al mirar a tu lado no saber quién es esa persona que duerme ahí con vos? ¿Nunca pensaste “en realidad no sé nada de él”?
Yo lo he pensado infinitas veces y he confiado en mi instinto y me he calmado el alma con la idea de que sé elegir a quién quiero a mi lado. Pero eso ya lo había hecho antes; ya había elegido y había apostado y resultó que el que estaba a mi lado ¡sí era un extraño! ¿Por qué pensar entonces que esta persona va a dejar de ser un extraño?
Si lo analizamos detenidamente, no son mucho 2, 3, 4 o 5 años de relación. Vivimos casi la edad que tenemos con nuestros hermanos y muchas veces no llegamos a entenderlos ni a saber bien qué les pasa. ¿Qué nos hace pensar que a alguien que cruzamos en la calle, en un boliche, en una playa o en una oficina sí vamos a llegar a conocer en esos años?
Es bastante infantil el razonamiento o son muchas las ganas o son escasas las precauciones o son demasiados los miedos, o ¿qué es?
En definitiva, uno apuesta, como cuando pone las fichitas arriba del “5” o del “colorado” o del “nones”. Y la vida gira y si tenemos suerte, cae sobre nuestra apuesta y nos va dando la posibilidad de seguir embarcados en la relación. Si nuestro “número” no es el afortunado, saldremos con nuestros “petates” lo más pronto posible de aquel lugar extraño, en la búsqueda del ala protectora de nuestra familia y, no mucho tiempo después, volveremos a juntar todo en bolsos y bolsas para volver a apostar.
Es difícil no convertir el juego en una adicción, sobre todo cuando la suerte no está de nuestro lado. Es difícil resignarse a no apostar unas fichitas. Porque en la ruleta de la vida hay mucho para elegir y ninguno de nosotros quiere quedarse mirando desde afuera. Todos queremos poner las fichas sobre el tablero y probar suerte.
Yo probé suerte y vengo ganando bien, cómoda, hace un tiempo largo. Será por instinto, será porque el horóscopo estaba de mi lado esta vez o será porque tengo una estrategia de juego nueva. Por lo que sea, apuesto y voy a seguir apostando. No me retiro, me quedo a jugar toda la vida.
2 comentarios:
Me gusto mucho !!!
me gusto mucho !!
XD
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