Buenos días y bienvenidos a la ironía que le pongo al día a día, para que pese menos...

martes, 15 de febrero de 2011

Soledad desordenada

Anoche me tocó quedarme sola en casa. Hacía rato que no me quedaba sola. Por lo general, disfruto de quedarme sola en casa, no por nada en particular sino para disfrutar de la soledad.
Desde que me levanté planeé lo que iba a hacer cuando volviera a casa a la tarde. Me apuré a salir de la oficina, decidí hacer las compras necesarias cerca de casa y llegué casi a las 19 hs.
Tenía montones de cosas que hacer: limpiar la casa, lavar la ropa, editar unos videos, prepararme las valijas. Y, por otro lado, muchas cosas que quería hacer: escuchar música, ordenar mi ropa, navegar por internet, escribir, tomarme una copita de vino.
La cuestión es que el querer le ganó al tener y terminé usando mi tiempo para editar videos, algo que me encanta y que me puede tener todo el día sentada sin darme cuenta de que pasa el tiempo. A eso de las 20 hs decidí servirme una “copita” de vino y puse la música al tope, mientras intentaba pensar en cuáles eran mis prioridades. No tenía hambre, pero tenía antojo de comer puré de papa hacía muchos días. Sin embargo, me quedé en la computadora editando y cantando, con la certeza de que en cualquier momento un vecino me iba a tocar timbre para pedirme que bajara la música y con la idea de mandar a la mierda a ese vecino.
Eran las 20.30 hs, demasiado temprano para tener que dejar de hacer lo que a uno le gusta. A las 21 hs ya iba por la tercera “copita” de vino y tenía la edición terminada. Me quería sentar a escribir, pero ya los ojos  me daban vuelta como a los personajes de los dibujos animados cuando reciben un golpe. Puse la valija enorme arriba de la mesa, comencé a sacar ropa de los cajones y no pude decidir qué debía incluir para el viaje. Son muchas las cosas que una debe llevar a sus vacaciones de 15 días, muchas las cosas que no deben faltar (aun cuando nunca las saquemos de la valija en el destino) y esa presión me dejó sin poder seguir con la valija.
En ese momento pensé que si mi novio hubiera estado en casa o por llegar a casa, las cosas hubieran sido distintas. En primer lugar hubiera retrasado la ingesta de las “copitas” porque “no da” recibir a alguien copeteada. En segundo lugar, hubiera preparado una rica cena para dos y hubiera tenido la casa de punta en blanco para recibirlo.
El hecho de estar sola me llevó a un andar torpe y a la música fuerte. A la hora de cenar, me di cuenta de que no sé hacer un simple puré de caja. ¿Cómo puedo tener dificultades con un puré de caja? ¿Cuál es la parte complicada del bendito puré?
Y con el fracaso del puré, que igual comí, vinieron todas las demás preguntas: ¿Por qué cuando estoy sola me cocino cualquier cosa? ¿Por qué me desordeno y hago todo a destiempo? ¿Por qué desaparecen mis prioridades? ¿Es que necesito a mi “lazarillo” para poder caminar en el sendero de los ciegos?  La ropa está colgada en las sillas del comedor, todo puede esperar hasta mañana y más con unas “copitas” encima, mezclo el puré de papa en caja con una empanada que me quedó y me mando mensajes con una amiga, como cuando vivía sola.
Y lo más triste, termino durmiendo sola en la cama de dos plazas, en sentido transversal, sin camisón porque no sé dónde está y no tengo ganas de seguir buscando. Y me despierto cuando ya terminó la serie que miraba y me doy cuenta de que pasó un montón de tiempo desde que me acosté y ni sé si lavé los platos y la casa es un quilombo y yo mañana tengo que ir a trabajar y no voy a tener tiempo de hacer todo en media hora….
No hay caso, aunque disfrute de mi soledad, me desbarranco. Se ve que necesito la brújula para no perderme o que no puedo estar mucho tiempo sin ella para no convertirme en lo peor que hay en mí: una desordenada sin rumbo y con tendencias alcohólicas!

1 comentario:

Anónimo dijo...

ebria! jajaja