Ayer salí más temprano que otros días. Me levanté más temprano, me bañé más temprano, me comí una fruta porque iba a desayunar en mi destino final y salí contenta a tomar el colectivo. En la parada en la que me quedé, era segunda. En las otras paradas habían dos o tres personas.
En diez minutos la fila de las otras paradas se había incrementado el triple y mi fila daba vuelta la manzana. La parada del colectivo que estaba esperando queda casi en la esquina y la gente que se acumuló llegaba hasta la verdulería de mi cuadra, dato totalmente innecesario porque no pienso develar mi domicilio. Mucho menos probable, aun, es que vayan a corroborar algo de lo que cuento.
Bien. Esperé 20 minutos y ninguno de los aproximadamente 15 colectivos de 3 las líneas que pasan por ahí frenó. Hay que saber esperar 20 minutos en una parada. Parece mentira, pero es mucho tiempo. Lo máximo que acostumbro esperar son 4 minutos cuando vuelvo de la oficina y se sienten como horas.
Cuando encima uno está apurado, se sienten como días. Yo tenía que estar a más tardar a las 9.30 en mi destino final y había planificado parar en un lugar en el que calculé que me iba a demorar unos 20 minutos. Así es que me sobraba el tiempo cuando salí de casa.
Como los colectivos no frenaban y yo todavía consideraba la posibilidad de hacer el alto en el camino, caminé 5 cuadras hasta el subte. En la 4° cuadra contemplé la posibilidad de tomar otro colectivo que venía. Le hice señas para que frenara pero cuando se acercó me di cuenta que el colectivo jamás podría llegar a mi destino en 10 minutos y le hice una seña de “ok” con los dedos, a lo que me hizo “hombros arriba”, cerró la puerta y siguió camino.
Yo hice una cuadra más y bajé a la estación de subte. Estaba bastante cargada de gente (la línea de subte, yo tenía solo mi cartera), pero supuse que se debía a que había una demora y que en cuanto viniera la siguiente “formación” (como le dicen ellos), iba a quedar yo sola en la estación. Nunca pude estar más equivocada. Si 20 minutos de espera a un colectivo me parecían horas, la espera del subte me sonó a semanas.
Los primeros dos subtes que llegaron estaban llenos y yo desistí de subir porque no quería estar apretada. Me río de mí misma ahora, porque las 5 o 6 formaciones que llegaron más tarde venían hasta las manos!!!
Antes de salir de casa había pensado en llevar mi libro, pero me dije ¿para qué? Me ocupa lugar y no voy a leer. Segunda gran equivocación. El tiempo que estuve sentada esperando poder subir al subte, podría haber leído al menos 2 capítulos.
En dos oportunidades intenté subir, copiando al resto que empujaba y se agarraba del techo del vagón. Pero yo no llego al techo del vagón y no tenía de donde sostenerme. Obviamente no faltó la señora rompe bolas que se sentó al lado mío, con su celular último modelo y esbozó un “me voy a poner cómoda, porque parece que hay demoras”. “Lo bien que hace” le respondió una chica sentada al lado, que tenía más ganas de crear polémica que de viajar en subte. Chocolate por la noticia, hay un cartel gigante que dice “demoras” o sea que ya sabemos que usted sabe leer. Eso, sin contar que las pocas veces en las que andan los parlantes de la estación, se puede escuchar “-e-ro-ias in-orma que las líneas A -aza -e -ayo --bobo, la línea B -em --ncas, la línea -- --ro constitución, la lí—D grrrrrrrrrr, la línea H --eros y el preme-ro -tran --ras --miales. Disculpe las molestias ocasionadas”. Andá a la –u-a que -e –a-ió. Al menos podrían darnos las malas noticias de manera clara, encima me tengo que tomar el trabajo de adivinar lo que me dicen.
Entre la charla que se generó a mi lado respecto de los gremios, los subtes y la mar en coche, la cucaracha que caminaba detrás de mí por la pared y que perdí de vista sin querer y la imposibilidad de viajar luego de 45 minutos de espera (solo de subte), sentí una desesperación que me hizo lagrimear de impotencia y abandoné el subte.
Fue como salir a “La guerra de los Mundos”, solo que Tom Cruise había faltado a la cita. Se veían las filas interminables de gente esperando colectivos que no frenaban, un embotellamiento infinito a lo largo de la Avenida y yo tenía una mezcla de incertidumbre y desesperación por llegar a destino. Ya ni podía pensar en el alto en el camino, ahora estaba 15 minutos retrasada de mi destino final!
Caminé 6 cuadras y decidí arriesgarme a subirme a un colectivo repleto de gente. El tráfico no avanzaba y yo no iba a llegar nunca a horario. Así es que intenté recuperar mi compostura, me consolé con la idea de no ser la única víctima del caos y dos horas y 20 minutos después de haber salido de casa, por fin llegué al lugar deseado.
Solo que un detalle me hizo pensar en volver a casa y empezar de nuevo. En el edificio al que me dirigía había un camión de bomberos estacionado en la puerta y varios bomberos revisando el interior. ¿Amenaza de bomba quizá? La guerra de dos mundos todavía se está filmando y nadie me avisó!
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