Buenos días y bienvenidos a la ironía que le pongo al día a día, para que pese menos...

miércoles, 30 de marzo de 2011

Me aburro

Me aburro, no tengo nada interesante para hacer y me aburro. Leí mis mails, borré los viejos, respondí los que hacía tiempo que tenía colgados y me aburro.
Leí un diario, organicé algunas cosas en la oficina, ordené mis cajones y me aburro. Estoy por terminar una tarea en mi trabajo, pero me falta cierta documentación que todavía no me ha llegado. Hasta que no llegue, no tengo mucho para hacer y me aburro.
Me gustaría en este momento poder leer el libro de ficción que estoy por terminar, porque a la noche tengo demasiado sueño para leer o justo la novela se pone interesante y me distrae.
Me gustaría poder salir a hacer los trámites que necesito hacer o a dar vueltas y mirar vidrieras, porque a la hora en que termina mi jornada ya los negocios están por cerrar o no es hora para trámites y en el horario de almuerzo todo está colapsado.
Me gustaría estar en mi casa tomando mate, quizá ordenando las cosas que me quedaron colgadas del fin de semana o pintando o mirando algún programa de cocina.
Pero no puedo hacer nada de eso y me aburro. Hace tiempo que vengo pensando que 9 horas con el culo en una silla son muchas horas para mí y para mi capacidad de concentrarme en una tarea.
La jornada tendría que ser de no más de 6 horas. De lo contrario ¿en qué momento vivimos? Yo convertí el domicilio de la oficina en aquel en el que recibir desde una carta hasta un equipo celular, porque en mi casa no estoy nunca. Y, como me pasaba cuando recién empecé a trabajar, el dinero que se supone que uno invertiría en algo que le permitiera disfrutar, no sirve, porque no existe ese tiempo para disfrutar del tiempo fuera de la oficina.
Entonces, algunos afortunados ahorran, pero solo pueden consumir el producto de ese ahorro en los 15 días de vacaciones que se otorgan durante los primeros 5 años de antigüedad en el trabajo, si es que uno puede llegar a tener la suerte de estar tanto tiempo en un mismo lugar.
El hecho de pensar en que tengo que estar acá haciendo nada todo el día, me aburre. Si estuviera muy ocupada trabajando, no tendría este tipo de problemas e inquietudes, porque estaría trabajando. Pero cuando los espacios libres son tan amplios, es inevitable el aburrimiento y el vuelo de la cabeza hacia cualquier lado.
Ojalá se me ocurriera algo para hacer desde el escritorio porque, por lo pronto, de acá no me puedo mover hasta que sean las seis de la tarde. Aburrido, ¿no?

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