Buenos días y bienvenidos a la ironía que le pongo al día a día, para que pese menos...

martes, 5 de abril de 2011

Segundas partes nunca son buenas y menos cuando hay tanto dolor de por medio

Todavía no lo creo. Peor, me niego a aceptarlo. Lo niego, sí; no puedo negar que lo niego. Cuando algo te causa tanto dolor no es fácil mirarse al espejo y reconocer lo que está pasando. Como diría Soldán, “no puede haber tanta maldad, mi amor!”.
Si hay algo que me cuesta en la vida, es reconocer mis errores. Ahora, si hay algo que me cuesta más, es reconocérselos a otros. Con todo este dilema, llego a mi casa con sentimientos cruzados y suena el teléfono. Fue la nota de color en mi tarde gris, así es reproduzco la mini conversación:
Hola
  • Holam, ehhh… (Con voz de adolescente que intenta impostar para parecer mayor)
  • …. (¿Será alguna conocida intentando hacerme una broma?)
  • ¿Puede ser que ese sea el teléfono de una propaganda que ví en una revista?
            (¿WHATTTT?????? ¿Donde reparten la droga que a mí nunca me llega????)
  • No
  • ¿No?
  • ¡No!
Y cuelgo el auricular. Con el problemón que tengo, ¿era necesario tener que cruzarme en la vida con esta llamada? ¿Acaso mi número de teléfono figura en una guía de gente a la que le gusta recibir un "no" como respuesta? ¿Qué pregunta más rara y pelotuda es esa?
En fin, a lo mío, de lo contrario mi escasa cordura se autodestruirá como los cassettes y las casseteras de las películas antiguas.
Como me niego a aceptarlo, me cuesta contarlo. Pero voy a ser fuerte. Aquí voy: anoche le dije a mi media mandarina de estación; Amor… y él respondió, ¿qué?; hoy pude saciar una necesidad, ahora dejó de ser urgencia, pero seguía siendo necesidad. Así es que acá está…
Mi -a esa altura- cuarta mandarina agria de árbol de la calle no entendió a qué me refería. Sospecho que no me sigue en el blog. No lo culpo, me sigue en la vida y con eso le sobran las ironías. Sí, estoy retrasando el relato porque soy una negadora, un poco de paciencia por favor.
Bueno, saqué de una cajita de unos 20 cm de largo, por 7 de alto y 5 de profundidad la máquina de coser que hace unas 2 o 3 semanas necesitaba desesperadamente.
Ayer, distraída por la vida y sin tener un objetivo determinado en mi cabeza, me topé con ella casi de casualidad y por poco muero de emoción. No digo que fue mutuo porque ya estaría a punto caramelo para la internación, pero hasta el color me combinaba. La chica que me la vendió en la calle no se dedica a la venta de máquinas de coser portátiles. Se dedica a la venta de rompecabezas de madera (por si la cruzan) y sospecho que, como changa, tiene las maquinitas. Le pedí que me mostrara cómo hacerla andar y muy gentilmente lo hizo. Genial, el complemento ideal para mis pantalones. Le pedí que me diera una que ya tuviera el hilo en su lugar, porque no hace falta que explique que mi especialidad no son las cuestiones manuales ni meticulosas. Pues bien, cuando mi cuarta mandarina de árbol de la calle vio la maquinola, arriesgó cualquier cosa menos que era una máquina para coser. Luego tuve que someterme al eterno cuestionario de quien no entiende de mis necesidades y urgencias: que si lo necesito, que para qué lo necesito, que si lo voy a usar, que si sirve. Vamos, anímese y ponga en duda todo lo mío, yo estoy preparada para afrontarlo y más aun, para superarlo antes del amanecer (o del anochecer, dependiendo del momento en el que me cuestionen).
Bien, envalentonada y para disipar cualquier duda, tomé un pedazo de tela y quise hacer una demostración práctica. Y aquí es donde me cuesta seguir. En mi post anterior (en el que hago referencia a mis necesidades y urgencias) osé vaticinar que la maquinola funcionaría una vez, o sea, cosería solo un ruedo de pantalón. Otra vez tengo que teclear las mismas letras: E-QUI-VO-CA-DA! No llegó ni a coser un dobladillo! Nunca pude demostrar mis habilidades, la máquina no anduvo!
Claro, obviamente eso da lugar a que a muchos se les hinche el pecho y piensen y repitan “yo te dije” o “yo sabía” o “a vos sola se te ocurre”. Tengamos en cuenta que estoy pasando por un momento difícil, así es que pido un poco de clemencia, que siempre hay una segunda oportunidad. Al menos yo decidí darle una segunda oportunidad a la chica de los rompecabezas que tiene a las maquinolas de changa. A la salida de la oficina y haciendo uso de mi única tarde libre, me dediqué a ir en busca de mi nueva maquinola. Fue como haber perdido al perro que nunca tuve o como estar en un país en el que hablen un idioma que no conozco.
No he experimentado ninguna de las dos situaciones, pero me parece un ejemplo copado de lo que se siente cuando uno no encuentra aquello que busca y no sabe dónde buscar. La chica no aparecía por ningún lado. Recorrí 10 cuadras de ida y vuelta. No encontré rompecabezas por ningún lado y, mucho peor, no encontré maquinitas de coser portátiles como changa de nadie. Todos los vendedores tenían su producto principal y único. Cuando ya me imaginaba que había sido víctima de una persona que quiso deshacerse de las máquinas y sacar un rédito económico conmigo, cuando ya pensaba en convertir la máquina en un adorno para el cuartito de atrás de la casa que algún día tendré, la peatonal se iluminó como el cielo de aquellos que mueren por unos segundos en las películas y ven un montón de gente de su infancia vestida de blanco. Solo que yo seguía viendo normal, pero mi paisaje se amplió y apareció la chica cuyo apodo es muy largo para volver a escribirlo. Le dije Hola, ¿te acordas que ayer te compré la máquina? Respondió que sí y para hacerla corta, terminó diciéndome que no tenía otra maquinola roja, como la que yo me había llevado y que me la podía cambiar por una negra. Yo me reí por dentro pensando en que el color es lo de menos, porque lo importante son los ruedos de los pantalones y mi reputación y mi orgullo. Sí, sí; obvio que la probó y andaba de maravillas.
Llegué a casa y la máquina no funciona. O yo soy una inútil o funciona una única vez y esa vez es cuando te la muestran funcionando. Nuevamente mi afirmación prestada, no puede haber tanta maldad mi amor! Y mi reputación y mi orgullo se arrastran por el piso del departamento. Péguele a la dueña de la maquinita de coser portátil que no funciona.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

jajajajajjajajajjajajajajajajjajajajajaja

Unknown dijo...

Tendrías que haber tratado de hacerla andar delante de la vendedora, para ver dónde está tu falla.
Siento pena.Snif