Servicio de subte interrumpido por accidente. Supongo que no me afecta porque tomaré un colectivo para volver a casa. Seis de la tarde, camino lento a la parada. Los dos colectivos que me dejan a metros de mi casa tienen una fila de más de una cuadra. Pienso en apelar a mi estado de renguera y desisto y voy al final de la fila. Tardo menos de 5 minutos en subir al colectivo y consigo asiento en las primeras filas, las de discapacitados y embarazadas.
Hasta ahí, todo tranquilo. Finalmente parece que no me ha afectado la interrupción del subte. A medida que el colectivo avanza (y no para) veo la cantidad inmensa de gente esperando colectivos. El servicio sigue interrumpido y yo he salido airosa del tema.
Error, como siempre, error garrafal. Antes de cruzar 9 de julio sube una señora de unos ¿60 años? Y una chica de 27 años, las dos muy charletas entre sí. No tengo radio ni libro, así es que voy a escuchar la conversación entre ellas y veré si surge algo interesante. Mientras tanto, una chica sentada en sentido inverso a la dirección de la calle, canta (sin auriculares) y patea el costado de mi asiento y mira todo el tiempo para afuera, como ida. Eso me desconcentra un poco, pero trato de abstraerme para poder escuchar la conversación de la señora y la ‘mushasha’.
En un principio creo que son compañeras de trabajo, pero se ve que la relación surgió en la parada del colectivo. Obviamente vienen ironizando acerca de la cantidad de gente que espera el colectivo y con la necesidad de encontrar un hombre que las mantenga, para dejar de tener que ‘rebajarse’ a tomar un colectivo. Ahí es cuando la chica le dice a la señora que tiene 27 años y que todavía está a tiempo de conseguir un hombre, como si fuera el último número de la Para Ti…
Luego la señora le pregunta qué hace de su vida y la chica le contesta que trabaja en un banco. La señora intenta sonsacarle más datos, pero la chica se detiene en ‘un banco’ y ahí se planta y agrega que le faltan un par de materias para recibirse de contadora. El colectivo en el que estamos pasa por la facultad, por lo que intuyo que va a bajarse en un par de cuadras (¡soy re inteligente!). Luego hablan de sueldos y la chica cuenta que tiene un primo que hace un mes se fue a vivir a Nueva Zelanda. Me ‘encanta’ escuchar a gente que habla de otra gente que vive fuera del país. Siempre es mejor estar en otro lado, siempre se obtienen mayores beneficios, la vida es más fácil, uno se hace millonario hasta por barrer las veredas y compra autos como caramelos.
El primo de la chica es licenciado, no especifica en qué, acá trabajaba en una oficina por poca plata y sin idioma y parece que en Nueva Zelanda –sin idioma- empezó a trabajar en el campo y cobra 200 dólares por día. La señora, que ha aprobado la partida del primo pero que tiene todos los rasgos de la típica gata Flora, deja surgir el ‘contreras’ que tiene adentro y empieza a boicotear el resto de la información que la chica suministra a lo largo del viaje. “Ojo, que trabajar en el campo no es sencillo”; la chica asiente, pero resalta el hecho de que en nuestro país su primo cobraría 2 pesos por día y en Nueva Zelanda cobra 200 dólares (y yo pienso seguro que acá buscó trabajo en el campo y comprobó que le pagaban 2 pesos y seguro que allá le pagan 200 dólares diarios). Inmediatamente resalta que en un mes el primo se pudo comprar una camioneta y a mí me surgen violentas ganas de gritar “muy bien!!! Qué jodido es tu primo!! Se compró una camioneta! ¿y ahora qué carajo hacemos con eso?”, pero me contengo, porque nadie me ha invitado a meterme en esa conversación. La señora luego intenta meter el dedo en la llaga y le consulta a la chica por su tía “seguro está llorando todo el rato, lo extraña a tu primo, ¿no?”. Y entonces elabora una teoría acerca de lo mucho que se extraña a un familiar cuando se lo tiene lejos y lo poco que se lo valora cuando se lo tiene cerca. De allí saltan, como si tuvieran un charco adelante, al tema de los hijos y si vale la pena traerlos a la vida en este país o no. La señora primero alienta la idea de que la chica tenga hijos y cuando la chica duda y finalmente parece convencerse de procrear, la señora le plantea los contras y la chica le retruca que le dé “un poco de crédito” porque todavía está en edad "de merecer".
Entonces la señora le pone la frutilla al postre y le cuenta a la chica que unos días atrás tuvo que hacer un trámite en una dependencia estatal y que allí se encontró con una madre que tenía 4 hijos, a los que el estado ayuda con un aporte mensual. Lejos de adoptar una postura respecto del tema, intento reflejar únicamente lo que la señora expresó. Pues bien, la señora comentó que le dieron ganas de ‘matar’ a la madre de 4 hijos “´porque si llega a tener un quinto hijo, le voy a tener que dar de comer yo o vos o todos los que estamos en este colectivo, je” y yo pensé “no creo que ningún chico quiera compartir una mesa con vos, que vivis de prejuicios”.
En definitiva, me perjudicó la interrupción del subte, nunca creí que me fuera a encontrar al final de mi viaje con tanta pobreza. Socorro, Señoras hay por todos lados!!!