Estoy de buen ánimo, pero la armonía se da entre mi mente y mi alma. El resto de las almas me perturban, me molestan, me rompen bien las pelotas.
Desde que me levanto, tardo aproximadamente 2 horas y media en empezar a emitir algún sonido. Es fantástico, pienso y pienso y pienso; pero no hablo. Me baño, me cambio, desayuno, chequeo la temperatura, pero no hablo.
Salgo y mi primera emisión de sonido consiste en un inocente “Buen día” a la gente de la cuadra, que implementé hace escasos 3 meses y que no me modifica demasiado la vida. Luego el “Buen día, 1.20 por favor” del colectivo y entre 30 y 45 minutos más de silencio, acompañado de alguna sonrisa si estoy escuchando radio o de una sumisión terrible en el suspenso del libro que esté leyendo.
Más silencio al caminar las cuadras que me separan de la oficina y la llegada, con cataratas de “buen día”… “bien, ¿vos?” … “me alegro” y un café o unos mates y más silencio, por favor, que lo necesito como al aire que respiro.
Pero parece que voy a tener que comprarme el tubo de oxígeno del silencio, porque nadie respeta mi necesidad desesperada y siento que el mundo se vuelve en mi contra. Todos llegan charletas a la oficina y todos comentan las mismas cosas cada mañana. Entonces escucho lo que ya sé porque ya leí, vi o escuché, 4 o 5 veces más, con distintos tonos, énfasis y comentarios al margen y trato de evitar emitir cualquier sonido que demuestre que estoy ahí.
Me gustaría entrar en contacto con el mundo exterior luego del almuerzo; antes de ese horario nada positivo puede emerger de mi ser. Por lo tanto, cualquiera que intente socializar conmigo será sometido al más profundo corte de rostro, cara de culo y mirada de “no te estoy prestando atención, ¿qué necesitas?”
Lo grave es que en varios ámbitos en los que me muevo, ya no amedrenta mi cara. Es más, se ha vuelto parte del paisaje mañanero de la vida de quienes me rodean. Ya no causo miedo, ni rechazo, ni respeto. Me hablan igual! Y no me dejan en paz! Hasta llego a utilizar un tono bastante agresivo, pero aquellos a los que no les importa pecar de hinchapelotas hablan y hablan y hablan y rompen la armonía que tengo conmigo misma y estallo.
Luego del almuerzo ya charlo, respondo consultas, comentarios e inquietudes y hasta me río de los chistes que me hacen o de mí misma, lo cual es un montón viniendo de mí.
Pero el ciclo es circular y cuando cae la tarde vuelvo a mi inmersión y me ensimismo de tal manera, que caída la noche siento que necesito más tiempo de tranquilidad y silencio y vuelvo a sentir que me rompen las pelotas al hablarme y que me interrumpen la conexión conmigo misma y otra vez mis caras y mi indiferencia y mis estallidos sin razón aparente.
Estoy crazy, Macaya, se me nota a la legua y no tengo cura. Así es que por lo pronto te sugiero que me conozcas entre las 13 y las 17 hs. Antes o después, puede ser letal.
1 comentario:
en esta estoy con vos 100%! Que nadie se atreva a dirigirme la palabra a la maniana, si total le quedan muchas horas al dia...
Daniela.
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