Hoy estuve vaga y decidí no enfrentarme con las antiparras asesinas, porque llovió desde las 4 am a cántaros. Si llovieran cántaros sería más jodido porque romperían todo y no habría seguro que aguantara, no? Me estoy despertando y afloran los chistes malos, ya desayuné, estoy sola en la oficina en el medio de una paz inmensa y puedo dedicarme a lo que me gusta, escribir.
Así es que voy a contarte la experiencia hermosa de viajar en colectivo en hora pico, que es aplicable igualmente a subte y tren. En primer lugar debo aclarar que suelo tomar el subte en verano, porque me gusta caminar a la mañana con el sol y tomar aire. Así es que rara vez (cuando llueve) tomo el colectivo en la esquina de casa. Puedo viajar en 3 líneas de colectivos, que me dejan entre 1 y 3 cuadras de distancia de la oficina. Por eso me gusta “jugármela” por la línea que creo que va a llegar antes y con menos gente.
Obviamente siempre pierdo. Hoy, por ejemplo, vi la parada de una línea vacía y me paré primera, orgullosa, a esperar mi colectivo. Y vi desfilar en un solo cambio de semáforo 6 colectivos de otra línea que también me deja. Pero una tiene orgullo y lejos de sentirme mal, me paré más erguida en señal de apoyo de mi decisión de esperar mi colectivo. Y pasaron 5 colectivos más de la otra línea, pero encontré excusas tales como: “tendría que caminar dos cuadras más con ese” o “el mío va a llegar vacío y tiene aire acondicionado”. No contenta con la provocación de esa línea, aparecieron 5 colectivos de la tercera línea que me deja cerca. No apareció 1, aparecieron 5!!!
¿Qué pasa??¿ Estaban todos en la esquina esperando a que yo me asentara en mi capricho??? ¿Ehhh?? Bueno, sí, veo que vienen 5 pero me la re banco. Y vienen dos más y empiezo a pensar en lo terca que soy, pero es muy temprano para hacer análisis y veo allá a lo lejos a mi colectivo y me digo “¿Viste? Yo tenía razón…”
Pasaron alrededor de 12 colectivos que me servían, pero bueno, una tiene sus cosas…
Así es que cuando llegó subí primera a un colectivo llenísimo de gente. No me importó, soy chiquita y me acomodo. Y una vez ubicada cerca de la puerta de bajada y con un caño a punto de perforarme un pulmón, empecé a ver lo importante de tener algún tamaño en el cuerpo. Esto es, ser alto o ser morrudo o tener cabeza grande, algo! Yo no tengo nada de eso y entonces tengo que bancarme que el alto me respire en la cabeza, que el morrudo me empuje, que el largo sea más escurridizo y llegue antes al lugar vacío y encima que todas las carteras se lleven un mechón de pelo sin pedir permiso. Debe haber muestras de mi pelo por todos lados. Y además, nunca falta la cara de culo de la gente que quiere bajar y para quien representas un obstáculo: “sí señora, disculpe, ya levito y la dejo pasar”. “Si me alcanza el caño que pusieron a dos metros del piso, me agarro para no caerme y muevo mi vientre hacia adentro para que Ud. me esquive y siga su camino desesperado al único asiento vacío”, “saque boleto nomás señor, que yo le tengo el brazo entre mi nariz y mi boca y no me muevo ni un milímetro para no quebrarme el tabique, para algo hago yoga”.
Finalmente y por suerte, tres cuadras antes de llegar a mi parada, el colectivero con el buen humor que lo caracteriza, grita “última parada, se bajan todos acá!”. Ahh bueno, dale, la próxima avísame y pago menos la concha de tu madre! A esa altura ya perdí los estribos, sobre todo cuando veo cómo el colectivo sigue el recorrido normal y pasa por la parada en la que yo tenía que bajar.
Al final, prefiero enfrentarme con las antiparras asesinas…. Mañana viajo en subte y listo.
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