Qué novedad, ¿no? Que más gente se toma vacaciones en enero de la que se las toma en febrero. ¿Quién habrá sido el primero en descubrir tan importante noticia? Y que la menor cantidad de gente se toma las vacaciones en marzo debe ser otro descubrimiento revelador….
Porque sucede hace más o menos el mismo tiempo que se inventaron las vacaciones. Lo bueno es que no paran de repetirlo en la radio y la televisión. Desde el 1º de enero tenemos titulares de la talla de “El primer turista que llegó a Mar del Plata” y podemos ver al infeliz sonriente que viajó de noche y no se sentó a cenar con amigos y/o familia, para que le regalen un voucher por un día de sombrilla gratis en la Bristol y a los 3 días nadie se acuerde de él.
Y después nos tenemos que comer que todos los días nos informen cuál es la temperatura en las principales playas del país y de Uruguay y que nos cuenten cuáles son las peleas del espectáculo en Villa Carlos Paz.
También nos atormentan con la cantidad de boludos que todavía no entienden que los fuegos artificiales son peligrosos y terminan quemados y los más boludos de todos, que descorchan la sidra y se la ponen en un ojo.
Después tenemos los más trágicos, que son los que más cotizan los primeros días del año, conjuntamente con la cantidad de autos que sale a la costa por hora.
Todos datos repetidos año a año y sin ningún valor ni trascendencia para quienes hacemos de espectadores.
También nos cuentan qué porcentaje de ocupación hotelera hay, algo que a mí que vengo a trabajar todos los días de enero, me cambia la vida como a nadie. Menos mal que existen esas estadísticas pelotudas, ¿si no qué hago?
Ya cuando el clima y los porcentajes dejan de importarnos a quienes seguimos con nuestra rutina, se encargan de informarnos qué cantidad de delitos se cometen en los lugares de veraneo y cuántos argentinos se encuentran involucrados en ellos.
La magia del sol y del calor hace que por 31 días no nos apabullen con el índice de inflación, la suba del dólar y demás cuestiones que reiteran con el correr del año. Pero sí nos cuentan cuál es el almuerzo preferido de un turista en Pinamar (el pebete de jamón y queso), lo peligroso del pancho en la playa y las consecuencias del golpe de calor, sobre todo en niños y ancianos.
También vivimos las vacaciones de nuestros compañeros de trabajo y los vemos llegar contentos y bronceados a la oficina, con la caja de alfajores de regalo y las miles de anécdotas que a mí particularmente me dan igual. Vemos fotos, todos cuentan que las suyas fueron las mejores vacaciones y obviamente, a ninguno le tocó ni un día feo, a pesar de que en los noticieros nos muestran cada gota que cayó en los últimos días en la costa.
Al llegar el 1º de febrero, ya vemos cómo Buenos Aires se vuelve a convertir en una ciudad que nos queda chica, en la que el subte está hasta las manos, los colectivos pasan de largo y nos dejan pagando en la parada, los bares del centro se llenan al mediodía y no se puede volver a caminar por Florida. A nadie le dura la felicidad de las vacaciones más de 24 horas, así es que además de tener una ciudad llena de gente, nos tenemos que bancar el humor de mierda de esa gente, que aclama su necesidad de que el año termine ya.
Suerte que comienza la cuenta regresiva para algunos y que, cuando el año ya esté bien avanzado y les pese a los que se fueron en Enero, nosotros recién vamos a estar volviendo, chochos, con un bronceado hermoso y super descansados, sin estadísticas boludas ni alfajores de regalo.