Seguramente en algún momento de tu vida hayas experimentado las reuniones laborales fiesteras de fin de año. No importa qué tan grande o chico sea el lugar en el que pasas entre 8 y 12 horas diarias, de alguna manera despedirán el año calendario todos juntos.
Si tu trabajo es en una empresa, escuela, oficina o local chico, lo más probable es que la propuesta sea un desayuno o almuerzo, bien lejos o bien cerca de la noche buena. La idea es que la fecha propuesta sea incómoda para evitar tener que pagarles el almuerzo a los empleados y, al ser por compromiso, vas a querer tener 50 grados de fiebre para evitarte entre 20 minutos y 1 hora y media de boludeo y falsedad. No te preocupes, ni bien termine el almuerzo, tu jefe se irá a su casa. Pero volverá al día siguiente, habiendo olvidado todos los buenos augurios de los que habló cuando lo escuchó toda la oficina dando su vacío y pedorro discurso.
Tu sueldo será el mismo el 1° de enero y las tareas por realizar, tan pesadas y ajenas como siempre. Así es que mejor no te entusiasmes con el almuerzo y la idea de fraternidad y, mucho más importante, evita el alcohol para no arrepentirte luego de la cantidad de boludeces que pueden llegar a salir de tu bocota.
Ojo, tus compañeros son peores testigos que tu jefe, que al fin y al cabo va a terminar yendo a dormir la siesta porque no le va a caer bien la copita de champagne que tomaron con el postre. La sobremesa se va a cortar al toque y van a volver a trabajar todos juntos (qué emotivo).
Vos; sí, vos que tomaste 2 copitas de champagne con el postre, vas a ser el más burlado por todos tus compañeros chupamedias, que se van a encargar de recordarte el almuerzo hasta el diciembre siguiente.
Si se da el caso de que trabajas en una empresa más o menos grande, las cosas son distintas pero terminan siendo iguales. En algún momento vas a experimentar la primera cena de fin de año y con esa vez va a sobrar para saber cómo van a ser las siguientes. Ya vas a tener en claro para el diciembre siguiente qué cantidad de gatos que trabajan en las otras áreas, qué cantidad de gente se gasta todo el sueldo en ropa, qué cantidad de viejos verdes conviven con vos, qué cantidad de viejos chotos se quejan de todo y qué cantidad de gente que te saluda ese día -¿2?, ¿quizá 3?- y no vuelve a dirigirte la palabra hasta el diciembre siguiente.
No importa qué cantidad de dinero decidan invertir en el evento; siempre están los hijos de puta a los que la comida les resulta escasa, a los que les tocó carne y hubieran preferido pollo, a los que el vino les cae mal pero se bajan todos los tragos que sirvan en la recepción, a los que la marca del vino les parece berreta y a los que les parece que la fiesta del año anterior fue mejor, a pesar de que se quejaron exactamente de las mismas cosas, se sentaron en el mismo lugar, con las misma gente y se fueron a la misma hora.
No puedo evitar mencionar a los hijos de puta que van a ganar algún premio en el típico sorteo y van a considerar a ese “regalo” una reverenda mierda.
“¿Cómo puede ser que de premio consuelo, a los que no ganamos nada nos den una bicicleta? Una bicicleta! ¿Qué hago con una bicicleta?” Metetela en el culo y ojalá se te suelten los rayos, pedazo de sorete!
Siempre digo que quien más tiene, más demanda. Las cosas que se vivencian en esas fiestas, son inauditas.
Por supuesto habrá que escuchar las palabras del jefe, que el primer año son sorprendentes y a los 3 o 4 años son aburridas y repetitivas. Tocará algun grupo o banda y los pesados de siempre subirán al escenario a intentar "cantar", sin pensar en desprenderse jamás del micrófono. Y finalmente, la parte más divertida será la del baile, donde verás a tus compañeros de todos los días moviendo las piernas como si fueran de palo y, copas previas, tirando miradas de galán al aire y a tu compañeras desesperadas, con escotes hasta el ombligo, polleras apenas debajo de la cola y mucho meneo cerca de los gerentes, “a ver si en una de esas consigo el aumento”.
Sí sí, la llegada del final del año calendario merece la pena ser transitada. Es una época de mucho tiempo al pedo, mucha afloración de la mierda individual y muy poco ding-dong-dang y buenos deseos.
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