En una sociedad en la que la presión por el bajo peso es latente, no podemos dejar de probar quitarle el peso a todo. Al propio cuerpo, al cuerpo del otro, al cuerpo de los otros, al contenido de las cajas, mochilas, bolsas y bolsos que cargamos y a todo lo que pese. Es cuestión de probar, soplar y hacer botellas.
Entonces se me ocurre que quizá podemos intentar quitarle peso a algunas fechas, para que no pesen tanto. Y cuando hablo de pesar, no hablo de pena ni de tristeza, hablo del pesar del peso, de la densidad de las cosas. Y para muchos (y ahora no escondamos la cabeza) estas fechas tienen mucho peso. Y yo me encontré volviéndome supersticiosa ¿al revés? porque este año, después de varios, mi mamá no propuso ningún ritual para año nuevo.
Hubo un año en que tuvimos que trenzar 3 cintas de distintos colores en navidad, cada una con un significado, y luego colgarlas detrás de la puerta de nuestros hogares, en año nuevo. Mucho antes usábamos ropa interior rosa y para eso estaba mi abuela al pie del cañón, con las bombachas en navidad, para usar en año nuevo.
Recuerdo que llegamos a sublevarnos y a no usarlas luego de un año que consideramos de mierda, cada una en su momento, pero reemplazamos ese ritual por otro.
Y el año pasado armamos una lista de cosas que queríamos dejar ir en navidad y que luego tendríamos que quemar en año nuevo y dejar consumir la vela con la que quemamos la lista. Todavía conservo la lista de las cosas a las que queríamos darles la bienvenida.
Y este año nada, vacío. Y de repente me di cuenta hace dos días de este vacío de rituales y supersticiones. Entonces me agarró la superstición al revés. Y me puse a pensar en cómo la gente ya empieza a decir “feliz año” desde navidad, cuando en muchos casos vamos a volver a ver a esas personas casi a diario. Y como siempre estoy en contra de algo, también estoy en contra de decir “feliz año” antes de que empiece. Prefiero decir “que termines bien el año y que empieces mejor el que llega”, porque decir “feliz año” es como mucho, van a ser 365 días y –yo creo- va a haber tiempo para deseárselo al otro u otra.
En definitiva y para evitar la presión de tener que tener algún proyecto, plan, anhelo o cuestión del estilo, distintos de los del año que finaliza, me quedé pensando en el tema de las fechas y los pesos.
¿Y si hoy fuera 2 de diciembre en lugar de ser 30 de diciembre? ¿Y si el último mes del año fuera enero en lugar de diciembre? ¿Y si la cena del 31 de diciembre fuera una cena más para disfrutar y no “la última cena del año”? ¿Y si no tuviera que pensar en ‘por qué estoy lejos de mi familia’ porque el 31 es un día más?
Quizá pensar así sería más fácil para evitar el otro pesar, el de la pena o la tristeza. Quizá haría que resultara menos doloroso el pensar en quienes no pueden “festejar” la despedida del año. Quizá no me costaría tanto dejar ir este diciembre y este 2011 que ha sido tan lindo y tan lleno de todo lo que quiero.
No puedo ser menos que el resto del año, no puedo despedir el 2011 sin ser una “contreras” hecha y derecha. Por eso he decidido que yo voy a ir a la cena del 31 de diciembre, yo voy a brindar con y por todos y voy a mirar los fuegos artificiales que tanto me molestan. Pero voy a hacer de cuenta que el calendario de 12 meses no es el que se utiliza en mi mundo. Voy a pensar, en cambio, que mis años no duran 365 días y que lo bueno y lo malo no dependen del número con que se designe a un período, si no con la energía que uno le ponga a la cosa.
Y yo le voy a seguir poniendo la misma energía que le he puesto estos primeros 12 meses de mis años nuevos, los años de mi mundo, de mi vida. Quizá sea divertido un año con mes 15, 16 y seguimos contando. Le voy a seguir poniendo el mismo empeño, la misma ironía, la misma cuota de exageración, las mismas ganas y así no me va a resultar tan difícil pensar que porque termina un ciclo mensual, también termina un ciclo de vida lindo. Yo quiero que mi ciclo de vida continúe como se vino dando durante estos 12 meses, así es que brindo por Uds. que comienzan un nuevo año y que, con razón o no, quieren dejar atrás el 2011 mañana mismo. Y brindo por mí -y sé que no soy la única- y porque los 12 siguientes meses que no quiero discontinuar de los primeros 12, sean el principio de mi nuevo calendario de felicidad.
No te digo adiós 2011, te digo hasta luego y te cambio el último 1 por el 2, simplemente para que el 2 no se sienta dejado de lado y no se ponga a chillar que “canté prí” ni que “yo había dicho primero” o “a mí me lo prometieron”.
Buen comienzo para todos, buena continuidad para los que se quieran prender en mi calendario de felicidad.