Buenos días y bienvenidos a la ironía que le pongo al día a día, para que pese menos...

lunes, 28 de mayo de 2012

Tu nombre me sabe a insomnio

No me pude dormir. El domingo transcurrió muy tranquilo. Pero yo estaba cansada desde el momento en que me desperté. Intenté levantarme, pero sentía una pesadez impresionante. Igual me levanté. Me gustó la complicidad con la que, junto a mi media naranja, logramos vulnerar algunos códigos del desayuno. Fue gracioso vernos a los dos intercambiando miradas y tomando rápidamente él de mi pan y yo de su galleta, para que nadie se percatara de mis caprichos. Pasó el día y mi cuerpo seguía pidiéndome que tomara una siesta. Debíamos volver a casa y, antes de poder siquiera pensar en la posibilidad de dormir, nos esperaban dos horas de viaje. Finalmente fue una hora y media. Cuando llegamos yo estaba muerta de hambre, así que me preparé un café y me fui a la cama. Luego de varios cambios de canal, logré quedarme dormida. Me desperté casi a la hora de cenar y él seguía entretenido en sus cosas.
Me levanté, otra vez cansada y con el cuerpo pidiéndome a gritos que me quedara en la cama. Me costó sentirme despierta. Preparé la cena y el almuerzo de lunes y martes y nos sentamos a cenar. Luego hice café, lavé los platos para no quitarle tiempo a lo que él estaba haciendo -se lo veía entretenido y contento- y me quedé un rato mirando televisión. A las 11 de la noche me fui a la cama. Ahora sí podía dedicarme al descanso sin interrupciones, a dormir plácidamente en la cama calentita, a disfrutar de la compañía y a cruzar pies entre las sábanas.
Solo que nada de eso fue posible. Era la 1.30 am y yo seguía haciendo fuerza para quedarme mágicamente dormida. Desde el mismo momento en que apagamos las luces, supe que algo andaba mal. Mi cabeza comenzó a intentar recordar el nombre de un actor. ¿Cómo se llamaba? Todas las combinaciones eran posibles. Pero si acababa de verlo, de escuchar su nombre, ¿cómo era posible que no lo recordara? Juan, Juan Carlos, Luis, Antonio. Ninguno me sonaba y no iba a poder dormirme sin saber el nombre de ese actor. Me repetía el apellido y el nombre no salía.
Me di vuelta, pensé en despertarlo a él, que dormía como un bebé, pero supuse que en lugar del nombre iba a obtener una puteada. Pensá, pensá, lo sabés, es cuestión de tiempo. No quería mirar el reloj porque me condiciona sobremanera la cantidad de horas que me quedan hasta que suene el despertador. Roberto, no, es nombre de un hombre más grande. Y si me acuerdo cómo le dicen, me acordaré del nombre. Nada, una laguna en la cabeza. Necesitaba recordarlo y hacerlo rápido para poder empezar a dormir. Ahora que lo pienso, si hubiera prendido el televisor, hubiera solucionado el tema. No lo pensé en ese momento porque estaba muy ocupada pensando en el nombre olvidado. En eso pienso en otra persona y surge “Guillermo”. Sí, se llama Guillermo, qué bueno que me acordé!
Pero no me duermo. Doy una, dos, cinco vueltas y no me duermo. Y llega la temida puteada producto de tanto movimiento en la cama. Y le digo “no me puedo dormir, vos estás dormido?” (pregunta pelotuda si la hay) y oh!, respuesta más pelotuda: “sí…” Y luego agrega, “tomá un vaso de leche” y yo “ni en pedo” y él “lee algo” y yo “ni en pedo”.
Vuelvo a darme vuelta y no sé por qué, me acuerdo de mi abuela. Y empiezo a recorrer su casa en mi cabeza y como mi gata no deja de acomodarse arriba mio, recuerdo a sus gatas. Una murió casi con ella, de tristeza. Y la otra… la otra ¿cómo se llamaba? La puta madre, ¿otra vez?? No, otra vez no, peor ahora. Porque el nombre de una persona es más o menos susceptible de ser adivinado, pero ¿y el de un gato? No había caso, me salía el nombre de la gata que murió, del perro, de la perra que adoptaron, de los gatos que tuvieron antes, de los gatos del resto de mi familia y esa gata ¿cómo mierda se llamaba?
Me rompí la cabeza. Era de suma importancia acordarme de ese nombre. Paseé por todos los rincones de la casa de mi abuela, la recordé cocinando, leyendo, durmiendo, limpiando. Y la gata pasaba por mi cara como invitándome a correrla y cagarla a palos. ¿Cómo te llamas, gata de mierda?
Fui al baño, con los ojos cerrados para no desvelarme más de lo que ya estaba. Sí, una pelotudez pensar en que uno puede estar más despierto aun que cuando está completamente desvelado. Volví a la cama de espaldas, para no ver los números rojos del reloj despertador y enterarme de qué poco tiempo quedaba para el desayuno. Me entre dormí y en sueños escuché a mi abuela gritar su nombre “Crazy”. Y me desperté. Sí, la gata se llamaba Crazy. El problema entonces fue que no supe qué pasó con Crazy. ¿Se murió? ¿Se fue a vivir a otra casa? ¿La abandonaron?
Y ahí empezó la rueda de nuevo. Me enteré alrededor de las 11 de la mañana cuál fue la suerte de Crazy. Y “enterarme” es una forma de decir, porque le pregunté a mi hermana y ella supone algo que ninguna de las dos puede asegurar.
Así que el despertador sonó entre que recordaba el nombre de la gata y me preguntaba qué habrá sido de ella. Y estoy intentando sobrevivir a un malhumor insoportable, a sabiendas de que esta noche, al cerrar los ojos, puedo llegar a convertirme nuevamente en una víctima de mi olvido.


miércoles, 23 de mayo de 2012

Sin nada para decir... o nada nuevo para decir...

Guauuu, un mes sin escribir. La verdad es que admiro a aquellos que sacan libros pelotudos de autoayuda en un abrir y cerrar de ojos (son los que más se publican ultimamente). Hay que tener inspiración para redactar unas 150 hojas de pelotudeces. Yo apenas puedo con una carilla. Por eso me ausenté de mi propio espacio durante tanto tiempo. Alguno podría pensar que ni yo me quiero, porque me autoabandono. Pensalo chiquito/a, me tiene sin cuidado lo que pienses.
La cuestión de fondo sigue siendo la misma. Tengo cosas de las que me gustaría hablar, pero en definitiva terminan reduciéndose a más o menos lo mismo… no me banco a nadie.
Sin embargo, por momentos intento atesorar frases o episodios para traerlos a mi espacio y compartirlos. Y después, se esfuman, me juegan en contra, desaparecen.
No sé, ¿ya conté que no me gusta que la gente me hable a la mañana? Bueno, porque la loca de mierda de la que hablé la última vez, viene todas las mañanas y me habla y me habla y me habla y me rompe las pelotas que me hable! Entonces, no la miro. Porque si le doy un centímetro de cabida, se despliega con sombrilla y silla plegable, saca el mate y se hace un picnic en mi vida. Y yo no quiero que nadie se haga un picnic en mi vida, apenas que se asome por la ventana y pida permiso. Menos a las 9 de la mañana, cuando lo único que quiero es estar sola e intentar entender por qué tengo que estar mentalmente despierta si lo único que quiero es dormir o mirar vidrieras o leer un buen libro policial.
Hoy por ejemplo llegó y yo me quedé un rato en el baño, para evitarme su picnic. Y cuando ya habían pasado 10 minutos y yo sentía que me iba a quedar a vivir en el baño, salí despacito y ella venía atrás. ¡Parecía que me estaba esperando! Bueno, mejor dicho, me estaba esperando! Ahora, ¿cuánta ugencia podes tener en contarle algo a una persona que te hace capaz de esperarla a la salida de un baño? Ya, de entrada, me parece desagradable la palabra baño, con lo cual no pierdo ni 1 minuto de mi vida en ello.
Bueno, evidentemente y gracias a los genes, la naturaleza y el espíritu ¿religioso?, no todos pensamos igual. Así que la loca me esperó para venir a decirme buen día y tirarme su queja diaria. “Cómo estás? (no le importa, es un modismo que tiene de preguntar al pedo).. yo re cansada, con mucho sueño”. Mi intervención fue preguntarle por qué tenía tanto sueño y me respondió que porque no podía estudiar. Le pregunté qué tenía que ver una cosa con la otra, me contestó que nada y ahí nomás me salió con que le cambiaron la fecha de un cumpleaños, atrasando el festejo un día.
Ahh, bueno, qué bien que estoy del marote. Yo anoche comí ensalada y ¿qué mierda tiene que ver una cosa con la otra? ¿Tenías ganas de contarme que tenes un cumpleaños? Esperá que saco la botella que tengo escondida en el cajón y brindamos porque te invitaron a un cumpleaños!! Y si encima te invitó un/a amigo/a, tiramos la oficina por la ventana!
Sí, mi actitud es de mierda, por eso prefiero pasar la mañana sola y recién comunicarme con el mundo a partir del mediodía. De lo contrario, cualquier pelotudo será víctima de mi sarcasmo y/ de mi ironía. Ya me estoy preparando para que llegue la otra, que labura 4 horas diarias y siempre llega tarde. A mí no me daría la cara para llegar tarde, si llego y ya me estoy yendo. Pero se ve que a ella sí. También le da la cara para hablar y hablar y hablar conmigo, a quien no conoce y de quien solo recibe caras de orto. Por eso trato de no estar cuando llegue, para que no me empiece a hablar del clima, como si yo aterrizara en el aeropuerto todas las mañanas, directo desde Alaska. Si lo único que tenes para decir se relaciona con el tiempo, prefiero escuchar la radio. Si tenes alguna otra cuestión para charlar, charlalo con otra compañera, porque yo vengo a la oficina únicamente a trabajar. Para hacer amigos me busco otros espacios.
Y la loca manda mail, diciéndome que hay que ponerle pilas al día. El mío anda a batería pelotuda, así que no me jodas más!
No cambié mi forma de ser ni de pensar, solo me mantuve un tiempo callada. Pero sigo siendo la misma de siempre, mal que le pese al que le pese… Y estoy de vuelta!