Me levanto, hay varios compañeros de la clase de matemática en casa, repartidos entre el living y el comedor y me dirijo a la cocina. En el piso hay 3 colillas de cigarrillos y 2 notas escritas en Alemán. Es obvio, alguien entró en casa porque yo no fumo y no sé alemán. El tema es quién entró. Y el otro tema es quién me va a traducir esas notas, en apariencia “mensajes” amenazantes que debo dilucidar. Así es que vuelvo al living y consulto con los chicos y ahí me doy cuenta de que yo no tengo living y comedor, sino living-comedor y como por arte de magia, se desvanece todo y me despierto.
Otra vez una pesadilla; ¿estará relacionada con lo poco que entiendo de estadística y el examen que rindo en 3 días? ¿O con el miedo de cruzarme con un cigarrillo y que me invite a fumarlo?
Más bien debe tener que ver con las ideas con las que me voy a dormir cuando estoy sola. Me encuentro haciendo las cosas más irracionales y ridículas y no me las cuestiono en lo más mínimo!
Es habitual que el miedo aparezca cuando nadie más habita la casa en la que pasamos la noche. Es más común que el miedo brote cuando el animal que nos acompaña (el pichicho, no nuestra pareja) escucha los ruidos que nosotros también escuchamos, pero que intentamos hacernos creer que son imaginarios.
La semana pasada estaba mirando una serie de suspenso/terror -cosa que hago con más frecuencia cuando estoy sola que cuando estoy acompañada- y sentí un ruido en algún lugar de mi casa de 3 metros x 3 metros. Me dije a mí misma que había sido algún ruido en la serie que miraba, pero al cabo de un rato el ruido se repitió y mi gata incorporó su cabeza y giró sus orejas.
Miedo; una sensación de frío que recorre desde la parte más alta de la cabeza hasta la cintura. La concentración desapareció para dar lugar a la duda. No iba a poder seguir prestándole atención a la serie si antes no inspeccionaba la casa. La cagada de tener un gato es que tiene un oído privilegiado y nada más. No puedo mandarlo a que ladre o chumbe o “mire” si hay un intruso en la casa.
Con lo cual, luego de 5 segundos de pánico total, decidí tomar un arma y aventurarme al resto de los ambientes. Lo único que tenía a mano era un bate de beisbol “de mentira”, de esos que venden como recuerdos de algún lugar turístico, con el nombre del lugar tallado.
Tomé el bate, prendí las luces de la habitación y abrí la puerta de manera rápida y seca. Mi gata se limitó a bostezar y quedarse mirándome. Corrí hacia la puerta que da a la entrada del departamento y prendí las luces del living-comedor. Miré detrás de la cortina cerrada que da a la ventana de un patio de 1 metro x 1 metro, debajo de la mesa (donde no entra más que un gato) y me dirigí a la cocina. Prendí la luz, chequeé que la puerta del patio se encontrara cerrada con llave y volví con la guardia baja a la habitación. En el camino me crucé con el espejo y comprobé lo ridícula que me veía con el palo en la mano. Solté una carcajada, ¿acaso hubiera atacado al intruso con ese bate? Yo creo que hubiera intentado gritar, pero no hubiera llegado mucho más lejos. No faltó la apertura súbita del placard de la habitación, ni el correr abrupto de la cortina del baño.
Nuevamente en la cama pensé “si yo cerré todo con llave y el departamento es de 3 x 3, es imposible que entre alguien!”
Pasaron unos minutos y mi gata y yo volvimos a aguzar el oído. Esta vez comprobamos que los ruidos provenían del departamento de arriba. Igualmente, dejé el bate de beisbol en la mesa de luz, uno nunca sabe cuándo pueda servir para espantar fantasmas mentales.
Anoche los ruidos volvieron, el recuerdo de los sucesos anteriores apareció, pero igualmente se me heló la sangre y en lugar de hacer el ridículo ante mí misma, decidí apagar la luz y enfrentar a mis fantasmas en mis sueños. Hoy vienen a tomar el té a casa y quizá los invite a cenar.
Si no puedes contra ellos, úneteles!
1 comentario:
dejaste de fumar! buenisimo!
y si, estudiar estadistica es una tortura que invade los suenios...
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