Las situaciones más insólitas y enfermizas me ocurren a mí. No sé si tengo pago un abono de nacimiento, si lo adquirí en algún pedo que me agarré en mis días de joda o si, como las enfermedades autoinmunes, siempre estuvo conmigo y ahora se empieza a manifestar, como despertando de un sueño eterno.
No importa el origen, la cuestión es que este abono de situaciones que me desquician es como el descuento de los domingos en combustible, termino usándolo sin querer y sin aviso.
Hace una semana me enteré que en una gran tienda de Buenos Aires hacían un descuento por pago con una tarjeta de crédito y débito. Como tengo otro abono, que es congénito y que consiste en comprar cualquier cosa -necesaria o no- si está en oferta, le conté a una amiga que iba a pasar por la tienda a “ver qué puedo comprar”. Mi amiga, que realmente necesitaba comprar algo y que no tenía oportunidad de pasar por la tienda, me pidió que averiguara el precio y los descuentos en la compra de un sommier.
Ok, como me encanta perder mi tiempo viendo qué puedo comprar, no tuve inconvenientes en hacerle el favor y, en mi obsesión por arrastrar a otros hacia la compra compulsiva al pedo, invité a otra amiga a pasear por la tienda. En realidad, sospecho que mi amiga no volverá a acompañarme jamás, porque lo que ella suponía un paseo tranquilo en horario de almuerzo terminó convirtiéndose en una carrera contra el resto de las personas que también iban a aprovechar los descuentos y que estaban a punto de copar la tienda.
Pero el abono no lo utilicé para realizar compras con mi amiga, si no para hacerle el favor a mi otra amiga. Créanme, hay que estar en mi cuerpo para saber cuántas ganas de patear culos se pueden tener.
Entramos en la tienda, fuimos al subsuelo en busca de los sommiers y me dirigí sin vacilar al escritorio en el que se encontraban los vendedores de sommiers. Uno cree que si existen vendedores para cada rubro es por algún propósito en particular. También cree que ese propósito debe tener que estar directamente relacionado con el asesoramiento, la practicidad y la mejor atención del cliente.
Pero también uno cree en Dios, otro cree en Buda, otro en Santa Claus y así estamos. Yo creí. Creí que acercándome al escritorio del personal que se encuentra en el área de sommiers, iba a encontrar esa mejor atención al cliente a la que hacía mención. Y de pronto, me sentí obligada a dejar de creer (lo mío en cursiva):
- Buen día
- ……
- (Este es el momento en que debí huir) Buen día
- Hola
- Estoy buscando un somier rosen de 1,60 x 2 y quiero ver las opciones para la compra con el descuento de hoy
- No hay ningún descuento
- Lo tenes en el cartel de ahí, arriba del colchón
- (Dirigiéndose a otro empleado) ¿Hay descuento?
- Si, hay descuento / Si, hay descuento
- No sabía
- (Genial, me adjudiqué un pelotudo) Quiero saber cuáles son los de 1,60 x 2
- Ahh, pero no, los tenes que probar primero
- Solo quiero saber los precios de los de esa medida que entran en la promoción
- Pero elegí uno y probalo
- (Otra vez, pelotudo!!) Es que no es para mí
- Ahhh no! Si no es para vos, entonces tiene que venir la persona
- (Pará hijo de puta, no es una casa, es un colchon!!!!) Es que la persona no puede venir y me pidió que consulte por el precio
- Pero no te puedo dar un precio si no lo prueban, ¿cómo vas a comprar un sommier sin probarlo? ¿Y si no te gusta o te hace mal o no lo sentís cómodo?
- Pero decime todos los precios y cuando la persona venga, lo prueba
- No, primero que lo pruebe y después le doy el precio. No te puedo dar el precio de algo……
A esta altura yo ya estaba subiendo las escaleras mecánicas, seguida por mi amiga, un tanto avergonzada y otro tanto confundida, mientras repetía “no puedo creer que sea tan pelotudo!”
Por lo menos tengo una testigo de que tengo mucha mala suerte o de que el mundo está repleto de pelotudos y todos se topan conmigo!
A pesar de todo, mi amiga entro en la página de internet de la tienda y compró su sommier. Y ¿sabés qué, pelotudo? No lo probó!!!!!