Buenos días y bienvenidos a la ironía que le pongo al día a día, para que pese menos...

martes, 26 de junio de 2012

El fulbo es lo más grande que hay!


No termino de entender la relación casi fraternal que los hombres entablan con el futbol. No entiendo cómo surge, de dónde, cuándo se desarrolla y, lo que más me preocupa, cuándo termina.
Este fin de semana que pasó sentí que reventaba de tanto ver y escuchar futbol. El partido en sí, cualesquiera fueran los colores de sus camisetas, no resultaba molesto. Lo que rompió soberanamente las bolas fue cada comentario pelotudo que se hizo en torno de la pelota y de sus protagonistas. No es por dármelas de culta, pero el mismo viernes un suceso de orden mundial parecía definirse en términos de importancia en la historia, a la par de lo que el sábado expresaban los hinchas de los distintos equipos de futbol. O sea, que asuma un nuevo presidente en X país es tan importante como que el equipo de X salga campeón o no se vaya a la B.
Qué triste que una letra tenga que ser tan repudiada. Pero más triste es que el humor de todo el sexo masculino y, por ende, los planes con el sexo femenino, se vean drásticamente modificados y/o cancelados como consecuencia de los resultados de los partidos de futbol.
De tanto ver y de tanto escuchar futbol durante 3 días seguidos, decidí que las cosas no iban a quedar así y que iba a necesitar descargar todos los pensamientos que se me fueron cruzando por la cabeza.
En primer lugar tengo una duda enorme: los jugadores de futbol ¿dejan la S el día que los convocan a jugar? Quiero decir, ¿la S es lo suficientemente pesada como para quitarles el aire mientras corren la pelota? ¿O esto ocurre luego de tanto correr? Porque me cansé de escuchar los reportajes con preguntas muuuuuy pelotudas, a las que todos los jugadores respondían con la misma falencia; “sí, jugamo bien y vamo a ponerle todo el año que viene”. “Etamo muy contento y emocionado, pasamo a primera y se lo quiero dedicar a todo lo hincha”. Mmmm, interesante. No sé si el equipo merecía ganar y pasar a primera o quedarse en la vapuleada B, lo que sí sé es que el NO uso de la S parece ser requisito para entrar al campo de juego.
En segundo lugar quiero reivindicar mi lugar no solo como mujer, si no como detestadora de todos los putos programas en los que se habla de futbol. Reitero, una cosa es ver un partido por amor al deporte, con el televisor en mute y sin radio de fondo (que detesté toda la vida). Otra cosa muuuuy distinta es ser víctima de un hombre que secuestra el control remoto y lo mueve entre los 9 o 10 canales deportivos, en los que cada conductor es hincha de un equipo distinto y cada panelista se toma cada comentario negativo de su equipo como si le hubieran pegado a la madre.
Reivindico mi lugar como mujer, porque si voy a ser sometida a desayuno, almuerzo, media tarde, merienda, hora de la picada, cena y sobremesa con futbol de fondo, al menos debe permitírseme expresar lo que siento sin el agregado de la frase “callate que no sabes una mierda” o “no entendes nada!”. A ver, antes de que me ponga un poquito más violenta, reviente el control remoto contra la pared, corte el cable del televisor y luego haga huelga de cocina, permitime que diga que tal o cual jugador es “lindo” o que me ría cuando vea a un director técnico llorando. Ojo, porque tantas emociones los pueden llevar al colapso a estos muchachos. No lloran de emoción cuando ven nacer a un hijo, pero se comen los mocos al ver el tablero de resultados. Encima se abrazan entre ellos, todos transpirados y gritan y cantan y se vuelven muy ridículos para el espectador escéptico. Un día se aman y al día siguiente se putean, el equipo es el peor y tienen que renunciar técnico, preparador físico y botellero. Pero a los 5 segundos la pelota entra en el arco y todos abrazados y el DT es lo más. ¿Y Uds. se atreven a reírse de las mujeres que nos entretenemos con peleas baratas y guionadas entre vedettes o que lloramos con una de amor en el cine? Por favor…. Los filmaría para que vean que Uds. son iguales!!!
También quiero reivindicar mi lugar de mujer cosificada y repudiar la exclusión del tan copado “plan futbolero” por considerárseme yeta. Yo no soy yeta, tu equipo es de madera terciada y no ve la pelota ni hinchada con botox. Tu equipo no llega al arco porque ni le explicaron dónde quedaba. Así que si vas a ver un partido de futbol en la vivienda que cohabitamos, yo voy a hacer mi plan y voy a ir y venir, con la libertad de expresar lo que se me cante mientras escucho comentarios de futbol pelotudos. Si no te gusta, así como reitero cada vez que mirás el plato de comida con desprecio, a la vuelta tenes 4 restaurantes, una casa de comidas rápidas y dos cafeterías. Elegí el que más te guste y andá a compartir esa emoción con gente de tu género, que seguramente no te traiga mala suerte. Eso sí, asegurate de que produzcan milagros y llévate un par de velas, porque es la única manera de que tu equipo gane.
Finalmente y más allá de que queda mucho por decir del tema, quiero pedir un favor (al pedo, porque no será concedido). Señores hombres del país (y si en el resto de los países es igual la situación, lo extiendo al mundo): hasta tanto no entren a la cancha, portando la camiseta, el short y los botines del equipo que los haya convocado, dejen de hablar de futbol como si ustedes mismos practicaran el deporte. Cuando dicen “ganamos”, deberían decir “tal equipo ganó”, porque ustedes no jugaron. “El domingo que viene vamos a ganar” es igual de erróneo, “les vamo a meter 5 gole” también aplica. Hablen de ellos, los jugadores y no de ustedes, los hinchas.
Y no nos quieran vender eso de que “ahora vienen las vacaciones y por 3 meses no vas a ver futbol”, porque siempre hay una excusa para ver futbol. Así que chicas, a secuestrar controles remotos y a esconderlos entre las toallitas, ahí nunca van a buscar. Y a mirar programas de chimento a lo pavote!

Algo que me quedó pendiente y que también necesito pedir como favor, pero a los que pautan las publicidades para el entretiempo: dejen de pasar propagandas de tónicos y cremas para la sequedad vaginal y para el mal olor femenino. Primero, porque es denigrante para la mujer y porque los hombres no necesitan saber tooooodo eso. De hecho, no vi propagandas de tónicos para la sequedad peneana en los cortes de los programas de cocina. Segundo, porque en esos 15 minutos vamos a estar haciendo zapping para ver qué nos perdimos mientras ellos se apoderaron del control y no vamos a poder tomar nota de los hijos de puta que hacen ese tipo de cosas de mal gusto. Cierto... los hombres no huelen mal, nosotras no entendemos nada.

viernes, 22 de junio de 2012

Llamalo a Cachito nomás

Tras que soy bastante nerviosita sin contar el entorno, mi jefa se empeña en agregar personajes a esta parodia que es la oficina, en la que vivimos más tiempo que en nuestras casas y con gente que nos ve más que cualquier otra persona en el mundo (dejo de lado a los espías y psicópatas, que nos deben ver mucho más tiempo, pero de los que no podemos dar cuenta).
Hace algo más de dos meses ingresó una nueva persona a la oficina. En realidad ingresaron varias, pero una pasó a ocupar el escritorio que yo había dejado tiempo atrás, luego de una pelea con un compañero por el exceso de aire acondicionado en mi espalda. Sí, ya sé, es complicado imaginarme peleando con alguien. Pero lo hago a veces.
Pues bien, mi jefa ha hecho un trabajo de puta madre porque ha encontrado la pieza que le faltaba a este sector, para convertirse en una auténtica casa de excentricidades y reliquias de la vida diaria.
Para empezar, la nueva integrante (cuyos datos no revelaré por miedo a represalias) tiene nombre de país, segundo nombre de continente y apellido de color. Si hay algo jodido en este mundo, son los padres a la hora de ponerles nombre a sus hijos. Y a esta la re cagaron. Llamémosla Rosa entre nosotros; es un color y un nombre, así que vamos con esa.
Rosa tiene un andar que ya de por sí te da ganas de empujarla o de dormirte esperando a que llegue a donde estás. Pongámosle que llega y te saluda, ¡my god! El saludo es algo que no espero para nada. Te apoya la mejilla en tu mejilla, pero no te saluda con un beso. Digo yo, ¿para qué sorete se gasta? Si yo no saludo a nadie con beso, apenas digo ‘hola’ de lejos.
Se sienta y enseguida relata lo que hace y lo que hará. “Bueno, ya prendimos la máquina y ahora vamos a preparar un cafecito…..”. Un detalle importante que me saca de quicio (como si fuera lo único...) es su constante manía por decir todo en diminutivo. Ey vieja, estamos en una oficina, no en la sala de un jardín de infantes, acá tomamos té y café, si queres cafecito pedilo en otro lado!
Y entonces relata que a ella a X hora el cuerpo le ‘pide’ un cafecito. Nadie le responde porque es harto pesada y porque a nadie le importa qué le pide el cuerpo a ella.
En determinado momento se cansa y se calla. Pero donde siente que alguien comienza a hablar, se pone a hablar encima y hace preguntas que nadie responde, como si fuera ella el interlocutor único de la conversación de la que no forma parte.
Cuando no puede hacer algo, te llama diciendo “vení un cachito”… Mirá vieja, Cachito está en el taller mecánico y yo no te di confianza ni me convertí en tu secretaria de un día para el otro. Así que si necesitas algo, veni vos y si no arreglate sola!
Un día le tuve que decir 5 veces en qué lugar del teclado se encontraba el @, hasta que me paré y le hice una demostración práctica. Siempre hace las mismas putas preguntas, todas las mañanas se levanta de su silla, viene hacia mi escritorio y dice entre dientes “te saco un cachito” y se lleva un pedazo de cinta adhesiva o un marcador o una lapicera. T-o-d-a-s l-a-s  m-a-ñ-a-n-a-s!!!! Eso es igual a 5 días a la semana. Ahora, digo yo una cosa, ¿qué sorete haces con las cosas que te dieron a vos???? ¿Te comiste la cinta y usaste el marcador para mezclar el azúcar en el ‘cafecito’? ¿Sabes cómo lo tenes a ‘Cachito’ nombrándolo a cada rato?
Y ayer creo que reventé. Llegué a la oficina más temprano que nadie y me puse a sacar fotocopias, sin hincharle las bolas más que a la impresora. Llegó Rosita, jaja, saludó y siguió para la oficina. A los 10 minutos aparecí yo y con su caminar lleno de gracia vino y estiró la cara para darme un ‘no beso’. Reaccioné con un ‘ya te saludé’, pero Rosa no lo recordaba. Le expliqué que me había dicho “Hola” cuando ingresó y me dijo no recordarlo. Al rato volví a sacar fotocopias y la vi venir a ella. Pegó su brazo al mío y yo solo la miré. Me preguntó “¿estás sacando copias?”…no, estoy preparando los pochoclos para la película Rosa, ¿vas a hacer muchas preguntas pelotudas?
“Yo vengo a buscar una copia que mandé a imprimir”; “Ah”. Acto seguido se traba una hoja en la puta máquina y empiezo a putear y a tratar de destrabarla y de hacerla andar. Me mira y le digo que vuelva a la oficina, que le alcanzaré la impresión cuando salga. Me dice que no, que se queda. Puteo un poco más y empieza a meterse, a poner sus dedos en la máquina y a ‘intentar ayudar’. Mi paciencia llega al límite máximo y agoto el ex de paciencia para casos de urgencia en un día en ayunas y le digo “la estas rompiendo” y cancelo mis copias y me voy.
Pensé que mi forma de dirigirme a ella la iba a persuadir de no volver a hablarme. Pensé que iba a darse cuenta de lo odiosa que soy, de lo jodida, intolerante, antipática y mala compañera que puedo llegar a ser.
Y la vi venir y hasta me compadecí por ella y su imposibilidad futura de relacionarse conmigo. Y me devolvió la mirada y me dijo “Bueeeno, ahora me voy a tomar un cafeciiiiito”.