Buenos días y bienvenidos a la ironía que le pongo al día a día, para que pese menos...

lunes, 23 de abril de 2012

Más loca que una cabra

A veces siento que hay un “gran hermano” que me está mirando y que pone a prueba mi paciencia y mi nivel de tolerancia. A ese gran hermano le diría: “no te gastes, tengo tolerancia menos 20. Ocupate de otro!”. Digo, Dios no puede estar tan al pedo como para preocuparse por mí y por mis niveles de tolerancia.
La cuestión es que, en un esfuerzo sobre humano y por una razón que no puedo explicar, hace un par de meses decidí que una compañera de trabajo podía convertirse en amiga. Nos conocimos en un evento laboral y luego nos fuimos comunicando a través del mail del trabajo, para pasar a hacerlo a través de nuestros mails personales. Al principio fue como un noviazgo; puras risas y momentos copados, donde sentí que ella se parecía mucho y no se parecía en nada a mí a la vez. Me resultó una persona agradable, suave, divertida; un buen proyecto de amiga para una persona sin paciencia ni tolerancia. Igualmente me llamaba la atención que “festejara” por demás todo lo que yo dijese o hiciese.
Pero el diablo muestra la cola y yo soy una desconfiada por naturaleza, así que pude ver cómo aparecía sin que nadie me lo avisara. Al principio el intercambio de mails era pavo e inofensivo. Nos dábamos los buenos días y comentábamos alguna pavada de la noche anterior o del fin de semana. Luego llegó el día en que ella vino a contarme un “problema” que había tenido con una amiga de años y finalmente llegó el día en que le vi la cola.
En realidad había mostrado la cola con anterioridad, pero yo decidí no ser mal pensada y dejarle pasar esa primera vez. Yo estaba enferma en casa y ella me mandó 3 mensajes, el último a las 11 de la noche, alterada, pidiéndome que le respondiera si estaba bien porque estaba preocupada porque no le contestaba los mensajes. Yo estaba bien, sin crédito en mi teléfono. Así que tomé el celular del trabajo y le mandé un mensaje para que dejara de romperme las bolas.
Cuando comenzó a contarme su problema con su amiga, sentí que estaba viviendo un dejavú. “Esto ya me pasó. A este tipo de locas las tengo caladas”, pensé. Pero no le di mayor importancia, porque el problema era entre ella y su amiga. Y un día que no estaba en el trabajo, recibo otro mensaje en el que me pide que me apure en llegar al trabajo “que acá pasan cosas cuando no estás”.
Bien, pensamiento nro. 1: yo manejo mis tiempos según tus antojos. Vos tenes un problema pelotudo con una mina que no conozco. Yo a vos te conozco por mail hace 2 meses y ¿tengo que salir de mi clase de posgrado para escucharte? Sí, sí, esperá sentada.
Pensamiento nro. 2: Seguramente pasen cosas en mi ausencia, ¿quién dijo lo contrario? El tema es que pasen cosas que me involucren. Y el problema es tuyo, así que no me rompas las pelotas!
Ese día llegué a la oficina y me estaba esperando como si se viniera el mundo abajo y tuviera que esperar a que yo le diera el “ok” para meterse debajo de una mesa y esperar lo peor. Ni bien me senté en mi escritorio, recibí un mail de ella en el que me contaba el drama de su vida. Sinceramente pensé en esa amiga de ella y me dije “Inteligente la amiga, se está sacando una loca de encima”. Me pidió un consejo y le respondí el mail con un: “buen día, ¿no?”. O sea, no me rompas las pelotas con tus boludeces y, suponiendo que lo hagas de la manera prepotente y sacada que lo haces, por lo menos saludame. Me respondió que no estaba para “reproches” ese día. Y comprendí que debía comenzar a alejarme inmediatamente de ella. A ese suceso le siguieron muchos, todos del mismo estilo. Desde preguntarme 100 veces qué iba a hacer el fin de semana porque ella tenía ganas de que hiciéramos X, Y o W, hasta mandarme mensajes un día feriado a la mañana, preguntando boludeces.
Me dice “ami”, algo que me pone de los pelos. Me cuenta en cada mail que manda (porque escribe todos los días), que ella es re buena y que todo el mundo le pregunta cómo hace para no estar de mal humor y para ser tan dulce y tan amable. Me dice "me acordé tanto de vos..." cada vez que respira y hace todo lo que yo hago. Ahora bien, una vez le hice un comentario mientras me contaba algo y me paró en seco y me dijo, mirándome a los ojos: “escúchame cuando te hablo”. Se me heló la sangre. Fuera de esa oportunidad, jamás me mira cuando me habla. Siempre mira para un costado o para abajo. No hablo de mirar a los ojos, ni siquiera me mira a la cara, hace de cuenta que habla sola, al aire.
Si le digo algo con mi tono irónico, me responde “trátame bien”. La verdad es que tuve varias amigas que hoy son “ex” amigas y que estaban más locas que una cabra. Evidentemente las atraigo. Pero de un tiempo a esta parte he decidido que para loca estoy yo y que no hay lugar para enfermitas en mi vida intolerante.
Porque ¿a mí qué sorete me importa que la gente esté preguntándote todo el tiempo por qué sos tan buena? Me huele a invento, me huele a que ni vos te crees lo que vendes de vos misma. Y a la primera de cambio, mostras la cola. A mí no me vengas con el cuento. No me conmueven tus experiencias con viejitos no videntes a los que ayudaste a cruzar la calle, ni la enseñanza de amor que te dio un niño con síndrome de down, ni lo valiente que te volviste para defender a un compañero de la primaria de una horrible discriminación. Desde hoy te bautizo mi “Claudia María Domínguez”. Si vos sos buena, te felicito. También sos muy yo-yo, ¿te diste cuenta de eso? No le das lugar al otro, solo se puede hablar de vos, de tus problemas, de tus experiencias, de tus obras de bien y de todas tus pelotudeces.
Para terminar con este descargo, acabo de recibir un mail en el que me dice que le asusta “lo enferma y obse que está la gente”. A mí también, así que hacete humo querida, estás re mal de la cabeza!!!!

jueves, 19 de abril de 2012

Te quiero pero... me rompes tanto las bolas!!!

Luego de casi un mes de volver a acariciar la soledad hermosa de cantar a los gritos mientras cocino, de bañarme temprano con la puerta del baño abierta de par en par, de “picar” una fruta en lugar de sentarme a cenar, de buenas a primeras veo que todo se va reacomodando a lo que algunos llaman la ‘convivencia’.
Él estuvo de viaje y yo también estuve de viaje, aunque él se haya ido a recorrer el mundo y yo me haya quedado en casa. Y aproveché mi viaje hacia aquellas épocas en las que solo éramos mi gata y yo y rememoré todas las viejas costumbres de mujer sola y ¿feliz? Duró un poquito menos de lo que hubiera necesitado y la soledad fue un lugar cómodo y seguro que tenía fecha de vencimiento. Por eso fue tan bienvenida y tan disfrutada, hasta que ya no quedó ni un poco de jugo para sacarle.
Hoy me encuentro enviando la misma cantidad de mensajes de texto a ese ser humano que volvió, llamándolo la misma cantidad de veces y discutiendo en el mismo tono de voz que antes de que partiera. Lo que no entiendo es por qué no puedo conservar la calma y la paz que mantuve en su ausencia y por qué vuelvo a mecanizar los instrumentos de comunicación con los que cuento. Si cuando él no estuvo yo no necesité de esos llamados para nada ni de esos mensajes para mucho menos….
Lo que más bronca me da es que mientras él no estuvo, tuve momentos de añoranza. Pero hoy me doy cuenta que añoré un imposible, o 2 o 3 imposibles o todos los imposibles, mierda!
Y lo peor es que esos imposibles son sus imposibles. Y mis añoranzas y la conjunción hacen a la discusión y así terminamos enmarañados en los llamados para nada y en los mensajes para mucho menos. Esos imposibles se componen de pequeñas modificaciones de conducta que generan una casi desaparición total del movimiento cuando a mí me moleste ese movimiento. ¿Me explico? Mientras estuve sola no había un ser humano sentado en el sillón que prolijamente dejo cada tarde y ahora hay un ser humano que se sienta ahí, a mirar televisión, a tomar un café, a hacer bricolaje, a jugar con la gata… Y mi sillón se arruga y se ensucia y eso no pasaba cuando yo estaba sola!!
Ahora que no pico de noche y que me siento a cenar a horario, me encuentro con que los platos no han aprendido a ir hacia la mesa, que siempre hay un solo vaso y que la comida se quema si yo no la vigilo. Sí, sí, es imposible pretender la ayuda del otro que construye castillitos en el maldito juego de internet que lo deja hipnotizado a pesar de mis gritos y mis súplicas.
También tengo que dejar la puerta del baño cerrada mientras me ducho, porque hay un ser humano que duerme en el horario en el que yo me levanto y al que le molesta la luz reflejada en la habitación. Ese ser humano es el mismo que de noche puede mantener el televisor prendido hasta la hora que se le cante, a pesar de que a mí me moleste el reflejo de la luz en la habitación. La diferencia entre nosotros dos es que yo presto atención allí donde el otro hace agua.
Ojo, si llega a tener que ser él quien se levante temprano, no va a volar ni una mosca y hasta la gata tendrá que aprender a llorar como un mimo, porque el ser humano necesita descansar.
La excusa al día siguiente será que “estoy cansado, me levanté re temprano”. Sí, sí, a la misma hora que yo me levanto todos los putos días para terminar haciendo todo lo que a vos te impide el cansancio, como si fuera para mí una obligación adquirida por esta antigua y absurda idea del machismo y el feminismo.
La escoba es una animal extraño que habita el patio de la casa, al cual resulta casi imposible el acercamiento. No se tiene noción de la existencia de la lavandina, menos aún de la necesidad de limpiar un baño o una cocina. Esas son cuestiones completamente ajenas al cerebro del otro ser humano, en el que habitan el deseo de comer, el deseo de descansar y el deseo de jugar a los jueguitos. A duras penas y tras muchas discusiones, consigo que “estire” las sábanas, ‘si a la noche la vamos a desarmar de nuevo!’. Dale, entonces tampoco lavemos los platos si los vamos a usar a la noche y no lavemos la ropa, porque también la volveremos a usar y así sucesivamente. Ya que estaos,¿por qué no convertirnos en recicladores de mugre?
Solo un grito lo suficientemente fuerte permite que ese ser humano que dijo extrañarnos y amarnos tanto, vuelva en sí y finalmente guarde la ropa recién lavada y doblada, que tampoco sabe caminar de la cuerda a la cama. Y a ese grito le siguen miles más, hasta el hartazgo, que me recuerdan a mis hermanas, a mí y a mi madre, cuando nosotras las mujeres no hacíamos ningún quehacer doméstico y ella era la que gritaba para que la ayudáramos en algo.
Lo gracioso es que siempre termino siendo la gritona histérica que harto al ser humano con mis demandas. Quisiera por una sola vez en toda mi vida tener la posibilidad de que él encarnara en mí durante 24 hs y viviera en carne propia lo que es estar a 1500 y que nadie te ayude en nada. Porque si se lo cuento piensa que exagero. Y si me ve hacerlo dice que es porque estoy mal de la cabeza, porque soy una obsesiva. La casa está como está porque tiene un mantenimiento encima. Si nos manejáramos con sus ganas y sus tiempos, nos taparía la tierra. Y ni comeríamos, porque la heladera tampoco se llena de comida apretando un botón. De más está decir que el lavarropas es una palabra de origen holandes para ese ser humano, que dice no saber usarlo y que jamás se tomó el trabajo de empezar a aprender… Seguramente soy una más del montón de minas recontra podridas de pedir ayuda que no llega. Solo que me había olvidado que todo esto también venia en el combo del “fueron felices y comieron perdices”.
Y ya te dije mil veces que no tenemos acciones en ninguna compañía eléctrica, así que bienvenido a casa y ¡apagá la luz, carajo!

lunes, 9 de abril de 2012

El miedo y yo

Me levanto, hay varios compañeros de la clase de matemática en casa, repartidos entre el living y el comedor y me dirijo a la cocina. En el piso hay 3 colillas de cigarrillos y 2 notas escritas en Alemán. Es obvio, alguien entró en casa porque yo no fumo y no sé alemán. El tema es quién entró. Y el otro tema es quién me va a traducir esas notas, en apariencia “mensajes” amenazantes que debo dilucidar. Así es que vuelvo al living y consulto con los chicos y ahí me doy cuenta de que yo no tengo living y comedor, sino living-comedor y como por arte de magia, se desvanece todo y me despierto.
Otra vez una pesadilla; ¿estará relacionada con lo poco que entiendo de estadística y el examen que rindo en 3 días? ¿O con el miedo de cruzarme con un cigarrillo y que me invite a fumarlo?
Más bien debe tener que ver con las ideas con las que me voy a dormir cuando estoy sola. Me encuentro haciendo las cosas más irracionales y ridículas y no me las cuestiono en lo más mínimo!
Es habitual que el miedo aparezca cuando nadie más habita la casa en la que pasamos la noche. Es más común que el miedo brote cuando el animal que nos acompaña (el pichicho, no nuestra pareja) escucha los ruidos que nosotros también escuchamos, pero que intentamos hacernos creer que son imaginarios.
La semana pasada estaba mirando una serie de suspenso/terror -cosa que hago con más frecuencia cuando estoy sola que cuando estoy acompañada- y sentí un ruido en algún lugar de mi casa de 3 metros x 3 metros. Me dije a mí misma que había sido algún ruido en la serie que miraba, pero al cabo de un rato el ruido se repitió y mi gata incorporó su cabeza y giró sus orejas.
Miedo; una sensación de frío que recorre desde la parte más alta de la cabeza hasta la cintura. La concentración desapareció para dar lugar a la duda. No iba a poder seguir prestándole atención a la serie si antes no inspeccionaba la casa. La cagada de tener un gato es que tiene un oído privilegiado y nada más. No puedo mandarlo a que ladre o chumbe o “mire” si hay un intruso en la casa.
Con lo cual, luego de 5 segundos de pánico total, decidí tomar un arma y aventurarme al resto de los ambientes. Lo único que tenía a mano era un bate de beisbol “de mentira”, de esos que venden como recuerdos de algún lugar turístico, con el nombre del lugar tallado.
Tomé el bate, prendí las luces de la habitación y abrí la puerta de manera rápida y seca. Mi gata se limitó a bostezar y quedarse mirándome. Corrí hacia la puerta que da a la entrada del departamento y prendí las luces del living-comedor. Miré detrás de la cortina cerrada que da a la ventana de un patio de 1 metro x 1 metro, debajo de la mesa (donde no entra más que un gato) y me dirigí a la cocina. Prendí la luz, chequeé que la puerta del patio se encontrara cerrada con llave y volví con la guardia baja a la habitación. En el camino me crucé con el espejo y comprobé lo ridícula que me veía con el palo en la mano. Solté una carcajada, ¿acaso hubiera atacado al intruso con ese bate? Yo creo que hubiera intentado gritar, pero no hubiera llegado mucho más lejos. No faltó la apertura súbita del placard de la habitación, ni el correr abrupto de la cortina del baño.
Nuevamente en la cama pensé “si yo cerré todo con llave y el departamento es de 3 x 3, es imposible que entre alguien!
Pasaron unos minutos y mi gata y yo volvimos a aguzar el oído. Esta vez comprobamos que los ruidos provenían del departamento de arriba. Igualmente, dejé el bate de beisbol en la mesa de luz, uno nunca sabe cuándo pueda servir para espantar fantasmas mentales.
Anoche los ruidos volvieron, el recuerdo de los sucesos anteriores apareció, pero igualmente se me heló la sangre y en lugar de hacer el ridículo ante mí misma, decidí apagar la luz y enfrentar a mis fantasmas en mis sueños. Hoy vienen a tomar el té a casa y quizá los invite a cenar.
Si no puedes contra ellos, úneteles!