Buenos días y bienvenidos a la ironía que le pongo al día a día, para que pese menos...

miércoles, 16 de febrero de 2011

A mí también me iba a tocar

Vaciar la heladera, guardar cosas que estén dando vueltas por la casa, lavar la ropa sucia que quede, guardar la ropa limpia, desarmar la cama, limpiar la casa, regar las plantas, comprar productos cosméticos faltantes, chequear los documentos y pasajes y armar las valijas.
Elegir ropa para todo el día, ropa por si hace frío, ropa por si llueve, calzado que sirva para varias superficies, aros por si salimos a cenar, un poco de maquillaje por si ocurre el milagro, ese vestido que solo sirve para la playa, ese pantalón que guardamos durante todo el año porque apenas nos entraba, preparar el mate, algún par de libros con los que no te enganchaste y pensas que en otro ámbito sí te van a gustar y, si el viaje no es en avión, siempre vienen bien unos sanguchitos para distraer a la panza.
Cuántas cosas hacemos antes de empezar a descansar. Es como si estuviéramos por vender todo para irnos a la mierda. Si tenemos gato o perro, tenemos que encontrar a alguien que sea tan amable de pasar a darle de comer, con lo cual también vamos a hacer un nuevo juego de llaves, porque tantas copias no hay.
Y si nos ponemos a hacer cuentas de lo que gastamos en bijou, alimento extra para la mascota, el pan y el fiambre para los sanguchitos, el bronceador, el shampoo y el acondicionador en tamaño medio para la valija, un desodorante nuevo para que no se nos termine, ese esmalte que se usa este año y el repelente "por si los mosquitos", ya nos damos cuenta de que las vacaciones nos van a dejar con los bolsillos vacíos.
Pero a mi me pasa que siempre encuentro un justificativo para los gastos por demás durante las vacaciones. Las esperamos tanto y se van tan rápido, que si necesito esas pulseras para que me hagan juego con la malla…. y bueno, me tendré que sacrificar!
Cuando vuelva, renovada, con un color lindo en la piel y quizá con un par de kilos más, putearé por la plata que gasté al pedo en esas pulseras que no usé y que no pienso usar nunca y haré cuentas y tardaré el mismo tiempo que el que estuve panza arriba en reacomodarme, lavar la ropa, guardar las cosas en su lugar, quitar la mugre de todos los rincones, pagar las cuentas, llenar la heladera, ponerme al día con mis amigas y la rueda volverá a girar.
Por ahora, estoy en la largada y todavía no sonó el silbato que me habilita a largar. Estoy ahí, ansiosa, parada mirando a mis costados, con las valijas arriba del sillón, la tele de fondo, el ventilador prendido, la gata dando vueltas por ahí, las plantas regadas y toda la alegría contenida en el pecho. Cuando suene el timbre, habré comenzado mis vacaciones. Lo que pase después ya es otra historia y estaré aquí para contarla cuando vuelva. No me extrañen, me estoy yendo pero voy a volver con mil cosas para compartir. Adiosssss!

martes, 15 de febrero de 2011

¿De qué suerte me hablas?

Hoy escuché a un hombre que hablaba por celular, detrás de mí, en la peatonal. Decía “Hola, era para avisarte que por suerte Rolando dio bien el examen. .. Si, por suerte le fue bien…”
Y me puse a pensar en ese “por suerte” y me dieron ganas de decirle al señor: “Discúlpeme señor, ¿Rolando es su hijo? ¿Su amigo? ¿Por qué no le da un poco de crédito y piensa que fue porque se rompió el culo estudiando que le fue bien?”. Me hubiera ligado una buena piña si le hubiera hablado así, pero ¿no tengo razón acaso?
Me puse a pensar en todas las veces que le damos crédito a la suerte:
Por suerte vino”, en realidad vino porque existen los medios de transporte y porque tenía ganas de venir
“Por suerte me fue bien en el laburo”, te fue bien porque tenes capacidad o porque hiciste lo que tenías que hacer
 “Por suerte no llamó”, no llamó porque no habrá tenido tiempo o porque no se le habrá dado la gana llamar
 “Por suerte no me lo cobraron”, en realidad no te lo cobraron por boludos o porque no correspondía
“Por suerte estuvo lindo”, estuvo lindo por un par de causales más que la suerte, como la densidad atmosférica, el clima, la humedad en el ambiente y otro par de cuestiones más de ese tipo
“¿Cómo estás? Bien, por suerte”, si estás bien ‘por suerte’, por desgracia vas a estar mal, ¿o me equivoco? Se puede estar bien por muchas razones más valederas que la suerte, que…¿qué es?
Por suerte salió todo lindo”, No señor, por suerte no, porque nos rompimos el orsss para que saliera bien.
La “suerte” es un concepto abstracto que no tiene demasiada inferencia en la vida del ser humano, salvo en caso de que ese ser humano sea un jugador compulsivo y alguna vez gane algo. Ahí sí, el imbécil que viene apostando toda su plata en lugar de gastarla en sus necesidades, va a recuperar un mínimo de lo que viene perdiendo y va a decir “tuve suerte” o “qué suerte” o “la suerte está de mi lado” y no se va a dar cuenta de que “suerte” es no perder lo poco que le queda por no poder para de jugar.
También podríamos hablar de “suerte” si se cae un meteoro y no nos pega en la cabeza, porque esa clase de eventos no pueden ser previstos. Pero si cruzamos mal la calle y no nos pisa un auto de pedo, eso no es suerte, eso es que sos un pelotudo que no sabes cruzar la calle con precaución y de pedo o casualidad o de que “no te llegó la hora” no te pisaron. Pero no de “suerte”.
Odio escuchar el “por suerte bien…” cuando le preguntan a alguien cómo está. ¿Qué hizo “suerte” para que estés bien? ¿Te mantiene? ¿Te hizo un regalo? ¿Te trata bien? ¿Dónde vive suerte? ¿Cuántos años tiene?
Dejémonos de joder, que suerte no es una persona, es una palabra que tiene escaso sentido. Llamemos a las cosas por su nombre.
Hoy encontré un par de frases, muy graciosas por cierto, relacionadas con la puta suerte:
-          La suerte es una flecha lanzada que hace blanco en el que menos la espera. (Así que tené cuidado con la puntería y no le des por el culo a alguien)
-          La suerte favorece sólo a la mente preparada (El autor de esta pavada se creía preparado. Si hubiera tenido bigotes, hubiera dicho “...solo favorece al que tiene bigotes”, dejate de joder!)
-          La felicidad en el matrimonio depende enteramente de la suerte (Si, no depende de la fidelidad, ni de la afinidad de carácter, ni de que la convivencia sea perfecta o de que el amor dure para siempre… depende de la suerte…. Por favor!)
-          La felicidad consiste, principalmente, en conformarse con la suerte (Buenísima frase para terminar mi idea, el que cree que la suerte va más allá de ganar la lotería, que se abstenga de hablarme de aquí en adelante!)
A ver si nos dejamos de pavadas y usamos un poquito la cabeza Señor; a Rolando le fue bien porque algo habrá hecho para que le vaya bien y si tuvo suerte, que se vaya a una agencia de lotería o al casino y aproveche la racha!!!

Soledad desordenada

Anoche me tocó quedarme sola en casa. Hacía rato que no me quedaba sola. Por lo general, disfruto de quedarme sola en casa, no por nada en particular sino para disfrutar de la soledad.
Desde que me levanté planeé lo que iba a hacer cuando volviera a casa a la tarde. Me apuré a salir de la oficina, decidí hacer las compras necesarias cerca de casa y llegué casi a las 19 hs.
Tenía montones de cosas que hacer: limpiar la casa, lavar la ropa, editar unos videos, prepararme las valijas. Y, por otro lado, muchas cosas que quería hacer: escuchar música, ordenar mi ropa, navegar por internet, escribir, tomarme una copita de vino.
La cuestión es que el querer le ganó al tener y terminé usando mi tiempo para editar videos, algo que me encanta y que me puede tener todo el día sentada sin darme cuenta de que pasa el tiempo. A eso de las 20 hs decidí servirme una “copita” de vino y puse la música al tope, mientras intentaba pensar en cuáles eran mis prioridades. No tenía hambre, pero tenía antojo de comer puré de papa hacía muchos días. Sin embargo, me quedé en la computadora editando y cantando, con la certeza de que en cualquier momento un vecino me iba a tocar timbre para pedirme que bajara la música y con la idea de mandar a la mierda a ese vecino.
Eran las 20.30 hs, demasiado temprano para tener que dejar de hacer lo que a uno le gusta. A las 21 hs ya iba por la tercera “copita” de vino y tenía la edición terminada. Me quería sentar a escribir, pero ya los ojos  me daban vuelta como a los personajes de los dibujos animados cuando reciben un golpe. Puse la valija enorme arriba de la mesa, comencé a sacar ropa de los cajones y no pude decidir qué debía incluir para el viaje. Son muchas las cosas que una debe llevar a sus vacaciones de 15 días, muchas las cosas que no deben faltar (aun cuando nunca las saquemos de la valija en el destino) y esa presión me dejó sin poder seguir con la valija.
En ese momento pensé que si mi novio hubiera estado en casa o por llegar a casa, las cosas hubieran sido distintas. En primer lugar hubiera retrasado la ingesta de las “copitas” porque “no da” recibir a alguien copeteada. En segundo lugar, hubiera preparado una rica cena para dos y hubiera tenido la casa de punta en blanco para recibirlo.
El hecho de estar sola me llevó a un andar torpe y a la música fuerte. A la hora de cenar, me di cuenta de que no sé hacer un simple puré de caja. ¿Cómo puedo tener dificultades con un puré de caja? ¿Cuál es la parte complicada del bendito puré?
Y con el fracaso del puré, que igual comí, vinieron todas las demás preguntas: ¿Por qué cuando estoy sola me cocino cualquier cosa? ¿Por qué me desordeno y hago todo a destiempo? ¿Por qué desaparecen mis prioridades? ¿Es que necesito a mi “lazarillo” para poder caminar en el sendero de los ciegos?  La ropa está colgada en las sillas del comedor, todo puede esperar hasta mañana y más con unas “copitas” encima, mezclo el puré de papa en caja con una empanada que me quedó y me mando mensajes con una amiga, como cuando vivía sola.
Y lo más triste, termino durmiendo sola en la cama de dos plazas, en sentido transversal, sin camisón porque no sé dónde está y no tengo ganas de seguir buscando. Y me despierto cuando ya terminó la serie que miraba y me doy cuenta de que pasó un montón de tiempo desde que me acosté y ni sé si lavé los platos y la casa es un quilombo y yo mañana tengo que ir a trabajar y no voy a tener tiempo de hacer todo en media hora….
No hay caso, aunque disfrute de mi soledad, me desbarranco. Se ve que necesito la brújula para no perderme o que no puedo estar mucho tiempo sin ella para no convertirme en lo peor que hay en mí: una desordenada sin rumbo y con tendencias alcohólicas!

lunes, 14 de febrero de 2011

La vida es un casino

Siempre me resultó demasiado raro y difícil de entender. Siempre me generó una especie de vértigo y, aun así, me he embarcado en un par de relaciones con extraños.
En realidad, todas las relaciones de pareja se entablan con extraños. Uno conoce a otra persona, sale un par de veces, intercambia besos y un par de anécdotas o puntos en común y al tiempo, en mi caso, ya está viviendo con ese extraño.
Es una locura extrema y debieran internarnos por llevarla adelante tan descaradamente. Sin embargo, ni siquiera figura como delito en el Código Penal y nos embarcamos en esta locura como si fuera algo común y corriente.
Al poco, relativamente poco, no tan poco o mucho tiempo de ¿conocernos?, decidimos convivir con esa persona. Durante casi toda nuestra vida hemos compartido el techo con nuestra familia.
Es bastante común que no tengamos una buena relación de convivencia con nuestra madre, padre o hermanos y con esa experiencia de toda una vida, seguimos con la idea de vivir con un “extraño” y la materializamos en cuanto ese extraño también enloquece y coincide con nosotros en la brillantez de la idea.
Es entonces cuando juntamos todos nuestros “petates” y los metemos en bolsas, bolsos, bolsitos y nos vamos a la casa de ese extraño o, peor aún, a una casa extraña para los dos.
Cada uno ubica sus cosas donde puede y se activa el mecanismo de la vida en el mundo extraño, con la persona extraña “cuasi conocida”.
¿Nunca te pasó de despertarte una noche y al mirar a tu lado no saber quién es esa persona que duerme ahí con vos? ¿Nunca pensaste “en realidad no sé nada de él”?
Yo lo he pensado infinitas veces y he confiado en mi instinto y me he calmado el alma con la idea de que sé elegir a quién quiero a mi lado. Pero eso ya lo había hecho antes; ya había elegido y había apostado y resultó que el que estaba a mi lado ¡sí era un extraño! ¿Por qué pensar entonces que esta persona va a dejar de ser un extraño?
Si lo analizamos detenidamente, no son mucho 2, 3, 4 o 5 años de relación. Vivimos casi la edad que tenemos con nuestros hermanos y muchas veces no llegamos a entenderlos ni a saber bien qué les pasa. ¿Qué nos hace pensar que a alguien que cruzamos en la calle, en un boliche, en una playa o en una oficina sí vamos a llegar a conocer en esos años?
Es bastante infantil el razonamiento o son muchas las ganas o son escasas las precauciones o son demasiados los miedos, o ¿qué es?
En definitiva, uno apuesta, como cuando pone las fichitas arriba del “5” o del “colorado” o del “nones”. Y la vida gira y si tenemos suerte, cae sobre nuestra apuesta y nos va dando la posibilidad de seguir embarcados en la relación. Si nuestro “número” no es el afortunado, saldremos con nuestros “petates” lo más pronto posible de aquel lugar extraño, en la búsqueda del ala protectora de nuestra familia y, no mucho tiempo después, volveremos a juntar todo en bolsos y bolsas para volver a apostar.
Es difícil no convertir el juego en una adicción, sobre todo cuando la suerte no está de nuestro lado. Es difícil resignarse a no apostar unas fichitas. Porque en la ruleta de la vida hay mucho para elegir y ninguno de nosotros quiere quedarse mirando desde afuera. Todos queremos poner las fichas sobre el tablero y probar suerte.
Yo probé suerte y vengo ganando bien, cómoda, hace un tiempo largo. Será por instinto, será porque el horóscopo estaba de mi lado esta vez o será porque tengo una estrategia de juego nueva. Por lo que sea, apuesto y voy a seguir apostando. No me retiro, me quedo a jugar toda la vida.

jueves, 10 de febrero de 2011

Cómo me cuesta lo femenino!

Nunca estuve preparada para enfrentar un bolso porta cosméticos. Siento cierto vértigo al abrir ese pequeño contenedor de brillos -muchas veces rotos-, cremas, hebillas y algún dentífrico.
La sola idea de meter la mano y sacarla toda embadurnada me tira para atrás y prefiero lucir mi cara al natural. Es muy raro que me maquille, o tengo una reunión importante y me tengo que calzar el traje, o tengo una fiesta elegante y no puedo evitar su uso. Fuera de esas dos posibilidades, me olvido de la existencia de las "pinturitas".
Pero, cuando lo hago, me pongo tan poco maquillaje que casi no se nota la diferencia. Sé que automáticamente después de haberme maquillado voy a estar restregándome los ojos y puteando, porque me acuerdo tarde que me he maquillado. No lo puedo incorporar a mi lado femenino.
Tampoco soy demasiado dedicada con el pelo. Desde que me hice un corte cómodo hace dos meses, me peino en la ducha y que el clima decida qué peinado me queda bien. Apenas si uso un par de clips y, en caso de humedad, me lo ato, pero no mucho más que eso.
Lo que sí estoy aprendiendo es a cuidar mis uñas. Hace como 10 años me las pintaba de violeta o negro. Ahora estoy entre el rojo y el verde esmeralda, intercalando. No son colores para una persona como yo, que trabaja en un lugar como en el que yo trabajo, pero ya sabemos todos que a mí eso me chupa un huevo. Sigo la misma línea con la vestimenta (me pongo lo que se me canta, salvo que nos visite algún ejecutivo internacional) y con los accesorios, que también son escasos en mi vida. Ahora, cuando los uso ¡agarrate, porque no se salva nadie!
Desde la adolescencia y vaya uno a saber por qué raro rechazo al nombre “Claudia”, utilizo esa gracia para mencionar algo que me parece mersa. La expresión exacta es “Es re Claudia”.
(¡No puedo creer que esté revelando algo tan íntimo! Por otro lado, confío en que sabrán guardar mi confidencia. ¿Confío?.....)
Como les decía, que algo sea “re Claudia” es sinónimo de mi percepción de lo mersa, de lo grasa, de lo que queda mal por mal gusto nomás. Durante toda mi edad adulta, que es poca pero existe ya que soy una pebeta, he evitado los aros colgantes.
Este año me volví “Claudia” y me compré un montón de pares de todas las clases y colores! Quisiera ser una “Sofía”, algo más refinado y femenino, pero por más aro colgante que le pongo, a lo más que me arrimo es a una “Claudia”.
Olvidate, lo poco que haga por mi femineidad, lo echo a perder con alguna torpeza o combinación errónea. A mí no me hace mucho, de hecho soy fácilmente identificable por la combinación de colores de más que hago o por usar combinaciones de cosas que no son combinables.
Y en cuanto a la torpeza, sobran las explicaciones luego del capítulo de la pileta. Hoy me gasté una fortuna (siempre quise decir algo así) en una peluquería a la que fui a hacerme las manos y los pies. Debuté, era virgen, no sabía cómo era y hoy lo descubrí!
Pero fui precavida y le consulté a la manicura: “¿cuál es el mínimo de tiempo que me pueden durar prolijas?” Porque sabía que antes de llegar a la calle me iba a cagar una uña.
La verdad es que me sorprendí a mí misma, duré casi hora y media hasta que le dí de lleno con el pie al escritorio de mi jefa y me cagué la uña del dedo gordo. Así que, me la pinto con liquid paper (que no me auspicia, pero bue…) total para mañana ya voy a tener dos uñas quebradas y el esmalte corrido… No hay caso, no nací para ser “Sofía”, así es que intentaré algo que no esté tan cerca de “Claudia” pero que tampoco se tire para el “Roberto”. Una “Ana” estaría o.k.


Novios por un día más

No voy a descubrir América porque ya vivo en ella. Tampoco voy a revelar una verdad única, pero quizá voy a coincidir con muchos que ya han escrito al respecto y sabrán entender lo distintas que somos las mujeres de los hombres.
Muchas veces salta a la vista, muchas otras cuesta un poco más darse cuenta. El tema es que somos muy distintos, a veces tenemos distancias de miles de kilómetros de diferencias y aun así podemos llevarnos bien y convivir con el sexo opuesto. Creo que es el complemento, en mi caso, lo que hace que la combinación no sea explosiva (hasta el momento…).
Por ello, en honor a mi novio por un día más, voy a contarles algunas de nuestras diferencias que no nos hace mejor a uno que otro, sino simplemente están y las comparto, porque sé que a muchos les pasa lo mismo.
-          Yo dejo la tapa del inodoro siempre baja, él la deja siempre levantada (salvo cuando sabe que voy a entrar enseguida y le voy a gritar “baja la tapa”).
-          Yo llego a casa y separo la ropa sucia de la limpia, pongo la ropa sucia en el canasto y me dispongo a cargar el lavarropas. Él llega a casa y prende la tele
-          Yo llego a casa y me fijo qué cocinar para la cena. Él llega a casa y prende la computadora
-          Yo me voy de la casa luego de hacer la cama. Él se va de la casa y cierra la puerta del lado de afuera
-          Yo me levanto, retiro los platos del secador, preparo el desayuno, me baño y hago la cama. Él se levanta, se viste y se va.
-          Yo llego del trabajo, junto la ropa recién lavada, la doblo y la guardo. Él llega del trabajo y se sienta a mirar televisión.
-          Yo me baño, estiro la toalla, la cuelgo en la cuerda del patio y aprovecho para limpiar el baño y dejarlo impecable. Él se baña, tira la toalla arriba de la cama y se sienta a mirar televisión.
-          Yo llego del gimnasio, me baño (empecé a hacerlo cuando él me lo pidió, jaja), pongo la ropa de gimnasio a lavar y me pongo a leer algo. Él llega de jugar al futbol, llena toda la casa de pasto, si puede deja el baño para otro momento y deja la ropa empapada con el resto de la ropa seca.
-          Cuando voy a salir, elijo mi ropa, me pruebo un par de modelos, me baño, me perfumo, me pinto (a veces) y me peino. Cuando él va a salir, se baña, se cambia y sale.
-          Yo llego cansada después de un largo día fuera de casa, barro, limpio los muebles, paso un trapo de piso por todos los ambientes, limpio el baño, pongo el lavarropas a andar y preparo la cena. Él llega cansado después de un largo día y se sienta en el sillón a mirar tele.
-          Él primero dice “no sé” o “no me sale” o “mejor hacelo vos que sabes” y luego de mucha insistencia de mi parte, intenta hacer algo. Yo intento y luego de estar 100% segura de que no voy a poder, le digo a él “no sé” o “no me sale” o “mejor hacelo vos que sabes”.
-          Yo grito y me desespero por casi nada. Él siempre está calmo y silencioso.
-          Yo muero de miedo por una cucaracha y él siempre viene a salvarme. El muere de miedo por una araña y yo siempre voy a salvarlo.
-          Yo organizo, llamo, escribo, voy, hago. Él espera los resultados.
-          Yo hago lo que quiero. Él quiere lo que hace.
-          Yo lo quiero a él. Él me quiere a mí.
A pesar de ser tan inmensamente distintos, va a ser mi novio por un día más y yo su novia por un día más. No hace falta que seamos iguales, que tengamos los mismos gustos, las mismas opiniones, el mismo carácter, las mismas reacciones, las mismas faltas, las mismas fantasías, los mismos amores. Tan solo compartimos un mismo sueño y con eso, todo lo demás desaparece.


miércoles, 9 de febrero de 2011

¿Adónde fue a parar el decoro?

Me resulta casi imposible evitar el tema. Es un tema que me llama la atención y por momentos me resulta difícil de entender.
Siempre fui bastante pudorosa. Cuando era más chica (sin llegar a la infancia) les cerraba la puerta en la cara a mis hermanas a la hora de entrar al baño. No me gustaba que me vieran desnuda, ni siquiera que vieran algo que estuviera debajo de mi ropa. Me probaba la ropa que me iba a comprar arriba de la puesta (todavía lo hago, ahora por haraganería) y me tapaba en cualquier situación en la que existiera la posibilidad de que se me viera algo.
La verdad es que no considero necesario que los demás vean mi cuerpo al natural, no me parece que pueda agregarle nada a la vida de nadie.
La cuestión de mi incomprensión surge a partir de que empecé a ir a la pileta. Hacía años que no pisaba el vestuario de un gimnasio grande, lleno de mujeres de todas las edades y tipos de cuerpo. Confieso que el panorama es mucho más amplio de lo que mi imaginación pueda alcanzar.
Desde el primer día intenté tener cuidado a la hora de cambiarme. Llegaba y me ponía la malla dentro de la ducha, antes de abrir la canilla y mi cortina estaba casi sellada mientras lo hacía. Luego decidí ir con la malla puesta desde casa, no solo para evitar ser vista, sino también para ganar tiempo.
Lo mismo sucedía cuando salía de la pileta, me bañaba con la cortina casi sellada, me rodeaba con la toalla y me iba a cambiar al sector en el que están todas vistiéndose o desvistiéndose.
Al principio agarraba mi ropa y me metía en un baño para cambiarme sola. Al salir de la ducha veía cómo todas las mujeres se bañaban con la cortina abierta, entraban y salían de la ducha para tomar sus shampoos, jabones o esponjas o simplemente para hablar con otra mujer que se bañaba cerca. Obviamente jamás levanté la vista, sino que andaba con la cabeza baja como persona que se mete en un suburbio yankee por equivocación y se da cuenta de que hay otras personas cometiendo delitos, vendiendo drogas o tranzando con armas.
Luego, cuando iba para la parte de vestuario (como la palabra debiera indicarlo), me daba cuenta que las mujeres hacían de todo, menos cambiarse. Se peinaban frente al espejo, seleccionaban la ropa que se iban a poner, charlaban entre ellas, enviaban mensajes de texto, hablaban por teléfono, se pasaban la piedra pómez por los talones, se ponían cremas, pero no se cambiaban.
Y yo hacía malabares para ponerme el corpiño encima de la toalla y sacar la toalla por debajo del corpiño, sin que se moviera, intentando sostenerme para que no se me viera ni un dejo de mis lolas. O me doblaba para poder ponerme el vestido primero, luego la crema en la parte superior de las piernas y luego la bombacha.
Me preocupaba mucho por no ser vista, sin darme cuenta de que a nadie le importaba estar atenta a la posible fuga de alguna de mis partes. Únicamente cuando estaba totalmente vestida y lista para irme, me movía hacia el espejo para peinarme. Siempre me cruzaba con alguna que, totalmente desnuda, se iba a pesar a la balanza que da al espejo.
La ventaja que tiene que la balanza esté ubicada ahí, es que todas las que se peinan te pueden ver el culo entero, de cabo a rabo. Y lo gracioso, siempre y cuando no sea yo quien está parada en la balanza, es que a ninguna le importa un huevo que las demás le miren el culo.
Con el correr de las semanas dejé de cambiarme en la ducha. Luego de bañarme, me encremaba en una ducha a escondidas, aunque sin cortinas y me iba al vestuario con mi toalla atada, a ponerme la ropa interior antes de quitarme la toalla.
Ahora, hoy, hace un rato, me encontré yendo para el lado del espejo en corpiño y calzas, como si nada, como si el aire fuera libre, como si estuviera sola en mi casa, con una falta de decoro total y absoluta, con la impunidad de los que viven en esos suburbios por los que me solía pasear.
Eso no es lo más grave. Lo peor es que ayer estuve en una casa de lencería en plena peatonal y salí del probador casi en pelotas, con transparencias y encajes puestos y no me di cuenta de que medio centenar de empleados en horario de almuerzo, podían verme mientras caminaban y miraban vidrieras.
Qué fácil se pierde el decoro, que rápido nos vendemos por nada, qué malditos animales de costumbre somos los seres humanos. Yo quiero recuperar mi personalidad, quiero volver a sentir que debo ocultar mis partes al resto de las mujeres del gimnasio y, si es posible, a los pocos hombres que me hayan visto ayer en la peatonal.
Quizá ya sea demasiado tarde para eso. Pero tengo la sospecha de que todavía estoy a tiempo de evitar el envío de mensajes en pelotas. Eso sí que es totalmente innecesario y además, con la extensión de mis mensajes de texto, me puedo resfriar!

martes, 8 de febrero de 2011

Un zoológico en la oficina

Como comentara algunas publicaciones atrás, todavía no me he tomado las vacaciones. Afortunadamente falta poco, porque tengo ganas de inventar un sistema para que Perfectina se autodestruya 10 segundos después del próximo comentario que haga acerca de mi vida.
Ahora adoptó la moda de meterse en mis conversaciones telefónicas, con lo cual ya no puedo ni hablar con mis seres queridos, porque ella va a tener algo para decir que a mi me importa tres carajos.
Pero olvidé presentarles al resto del staff. Comencemos con Porky, a quien todavía no había presentado porque estuvo de vacaciones y me olvidé de su existencia. Porky es un ser que no habla, grita. Porky limpia su mate dándole golpes en el tarro de la basura, todos los días a la misma hora y sin importarle si a los demás les molesta semejante quilombo. No sería tan malo que hiciera ese ruido, si no fuera porque inmediatamente después aparece en la oficina y se dedica a evaluar si tengo buena o mala cara. Porky me hace acordar al tío malo de Harry Potter. Porky solo pide favores profesionales y jamás los agradece. Porky no sabe comunicarse con sus pares, no entiende los mecanismos de las relaciones sociales, por eso se relaciona a través del maltrato y la arrogancia. Sabe tanto o más que Perfectina y conoce todo: el mundo, la ciencia, las comidas, las familias. No hay cosa que se le escape a Porky. Así es que la oficina es un carnaval, pero de gente que solo destila veneno.
Si fuera un zoológico, sería solo de víboras y arañas. Yo sería un cachorrito de tigre, hermoso hasta que le hinchas las pelotas, que no es mucho más allá de los primeros 5 minutos de relación.
Para terminar de armar el circo, aquí cerca tengo al Gato Miseria. Es gato porque siempre se quiere levantar minas, a pesar de que ya el nervio ciático no lo deja ni levantarse a la mañana y miseria porque, a pesar de tener una muy buena condición social, se lleva las mermeladas que les dan a los huéspedes del hotel de enfrente cuando cruza a tomar un café y las bandejas del avión para el microondas, porque “no sabes lo útiles que son”. No, la verdad no lo sé y no voy a robármelas para comprobarlo, para eso estás vos, que no sos de cuarta, sos de décima! 
Entre él y Perfectina existe la mejor onda, sobre todo porque Perfectina se cree una femme fatale y viven jugando a la seducción histérica de escritorio a escritorio. Y en este punto y relacionando todo con el zoológico, Perfectina entra cómoda en el papel de Hiena, que según google, es el animal que siempre ha sido considerado por el humano como "despreciable".
Sigo entonces: cuando Perfectina y el Gato Miseria se cansan del jueguito histérico, se burlan del cachorrito de tigre y (Perfectina sobre todo) se rien a carcajadas.
Yo cuento hasta 200 millones. A veces no aguanto y reacciono, siempre con respuestas que a ellos les sirven para seguir riéndose de mí. Ahora estoy tratando de no responder, de ignorar, pero me cuesta muuuucho.
Hace un rato, cuando corté la llamada personal que venía manteniendo y que interrumpí porque Perfectina y el Gato Miseria llegaron, Perfectina me dijo “Jajaja, cómo te voy a extrañar, me mata cómo le hablas a la gente por teléfono”…………… y podría escribir puntos suspensivos hasta el infinito. Mi respuesta fue “Grabame” y seguí en la mía.
Momentos antes, ambos habían estado analizando la inexistencia de nervios en mi persona ante determinados acontecimientos en mi presente. De laburar ni hablemos, ¿para qué? Si total podemos romperle las pelotas al prójimo y encima nos pagan a fin de mes.
Me gustaría tener ese poder mental para que las cosas que deseo respecto de la gente que me jode se hagan realidad en un santiamén. Por ejemplo, Perfectina está volviendo de la fotocopiadora, me muero por verla resbalarse y hacerse un tajo en su pollera perfecta planchada y perfumada. Pero tenemos alfombra en la oficina, así que es casi imposible que se resbale.
También me gustaría que cada vez que el Gato Miseria hace ruido cuando traga café, se le vaya el líquido por el orificio incorrecto y se ahogue y nunca más quiera tomar nada.
Con respecto a Porky, quisiera que alguna vez lo traten tan mal como él me trata a mí, desde ese lugar altanero de machista antiguo.
Por ahora, este cachorrito de Tigre les hace pito catalán al resto del zoológico porque pronto llegarán mis vacaciones y ellos van a tener que buscar a alguien más para romperle las pelotas.


Ojalá lo encuentren en mi ausencia, porque de lo contrario me voy a contactar con la Mujer Maravilla en persona y le voy a pagar lo que sea con tal de que me enseñe a usar mis poderes y cagarme en todos estos animales.

Se me perdió el loro

Tengo miles de cosas para decir, siempre tengo miles de cosas para decir pero quizá no encuentro la forma de decirlas y que resulten interesantes, graciosas o al  menos, leíbles.
Y cuando pensaba en la falta de inspiración que me aqueja, me acordé del Unicornio Azul que se le perdió a Baglieto, Silvio Rodríguez y un par más. Esa debe ser la personificación de la inspiración de ellos. Y entonces se me ocurrió que como caballo blanco, perro verde y gato negro ya existen, yo voy a llamar a mi inspiración loro violeta.
Mi loro violeta está un poco callado, no repite ni un “hola” y apenas mueve las alas. Si en lugar de ser mío, el loro fuera de Ricardo Montaner, escribiría todo en doble sentido.
¿Alguna vez prestaste atención a las letras de Montaner? Ese sí que tiene un loro bien raro, sino fijate en estos fragmentos:
-          Como una alfombra de hierba ibas volando dormida (es imposible volar dormida si no te fumas una hierba como la que se fumó el loro de Montaner cuando escribió esta canción)
-          Tanta pasión colgada en la pared (se ve que a la pintura en la que se inspira el loro violeta de Montaner, le llaman pasión. Debe tener paredes rojas y debe fumar sin parar)
-          Emigrando al árbol del limón, elevando un grito hasta amanecer, encima de tu piel (bueno, acá no merece demasiado análisis, se fumó todo lo que tenía a su alcance y se cree Superman el loro)
Hay loros violetas de otros cantantes que son mucho más patéticos que el fumado de Montaner, por ejemplo el de Juan Luis Guerra. Ese loro está enfermo, es un sexópata desenfrenado, sino fíjate:
-          Quisiera ser un pez, para mojar mi nariz en tu pecera (mmmm, qué asco!!! Loro cerdo!!!)
-          Pasar la noche entera, mojado en ti (sin palabras, a ese loro hay que darle con una honda!)
-          Escalar el cielo abierto de tu boca y orbitar en tus galaxias se me antoja (qué loro más pelotudo tiene Guerra!)
El que se caga un poco en las mujeres, es el loro violeta de Arjona. Ese sí que dice lo que quiere sin tener un mínimo de decoro. Fijate esta canción:
-          Tu reputación son las primeras seis letras de esa palabra (loro y la re….. de tu madre, que también debe ser “reputa”!)
-          De vez en mes con tu acuarela pintas jirones de ciruelas que van a dar hasta el colchón (qué delicado el loro, ¡linda forma de decir que le vino a una mujer! ¡De salón!)
Mi loro violeta no escribe canciones. Quizá por eso no tiene ganas de escribir hoy. Yo sí tengo ganas y quiero escribir un montón de cosas sobre un montón de situaciones, anécdotas, circunstancias, etc. Pero mi loro está callado y no quiere saber nada con ponerse a trabajar. Si yo fuera alguno de esos cantantes, ¿qué haría si el loro se negara a trabajar?
Fácil, escribiría más de lo mismo. Ahora que lo pienso, es lo que hacen los cantantes!!!! La mayoría de estos melódicos siempre escriben más de lo mismo, no por falta de originalidad, sino porque su loro está de huelga!
Yo, en cambio, no puedo escribir más de lo mismo. Así es que, por ahora, no voy a escribir nada y cuando el loro se despierte, vuelvo por más.

lunes, 7 de febrero de 2011

Las mil y una formas de disimular que no estás haciendo nada

Es notable cómo uno se inventa cosas para hacer cuando no quiere trabajar en su trabajo. A veces hasta resulta mucho más engorroso encontrar algo que hacer antes que trabajar.
Muchas veces se torna absolutamente aburrido meternos en tareas alternativas. No obstante ello, la mayoría de los que no queremos trabajar podemos considerarnos doctorados en “hago de cuenta que trabajo”.
Es natural que unos días antes de salir de vacaciones o unos días después de volver o llegadas las fiestas o los viernes al mediodía, o cualquier día del año por cualquier motivo no justificable, no tengamos ganas de trabajar. De pronto, lo que veníamos haciendo casi con ganas y sin la menor objeción, se convierte en la tarea más pesada y desagradable.
Entonces decretamos el “fin de jornada” antes de que termine y nos disponemos a hacer todo lo que “tenemos que hacer”, pero relacionado con nuestras vidas.
Leemos los mails, chequeamos el clima para el fin de semana (aunque sea lunes), leemos los titulares de algún periódico virtual, llamamos a alguien por teléfono, mandamos un mensaje de texto, bajamos al cajero, a pagar una cuenta, a cambiar monedas, al quiosco y cuando volvemos, empieza la farsa.
Cualquiera de las actividades antes mencionadas, pueden ser llevadas a cabo por compañeros que están trabajando. Con lo cual, uno también puede llevarlas a cabo y aun así,  seguir con sus obligaciones. Sin embargo, aquellos que estamos cansados de trabajar, solemos tomarnos un par de horas o hasta un día entero de descanso en el lugar de trabajo.
Entonces, tenemos abierta la casilla de mails personal y la del trabajo y vamos cambiando de pantalla según quién se nos acerque al escritorio. En caso de que alguno de nuestros compañeros se acerque, releemos cuantas veces sea necesario los mails del trabajo, no sea cosa que sospechen!
Nunca debe faltar un Word abierto, con un par de párrafos (copiados de internet) referidos al tema que supuestamente nos tiene trabajando. Así, si se acerca nuestro jefe, podemos dejar de escribir el mail al amigo/a y pretender que, en realidad, estamos redactando muy concentrados el informe que se nos pidió.
Si ocupamos el tiempo con una llamada personal, es muy importante cambiar el tono a "serio" ni bien alguien irrumpa en nuestra oficina y utilicemos los monosílabos, dando a entender al receptor que no podemos hablar taaaan libremente. 
También podemos mechar los mails y chats con amigos aburridos, con llamados a compañeros de trabajo solicitando “algo”, sin importar demasiado “qué”. Una tarea que nunca falta es la búsqueda de cosas que necesitamos comprar, ya sea en google o en los clasificados virtuales.
Para los amantes de Facebook, esta herramienta es casi indispensable a la hora de “hacer huevo”. También están los más intelectuales que ocupan su tiempo de “no trabajar” en la búsqueda de algún curso o en el aprendizaje de un idioma on line.
Yo he intentado hasta leer un libro on line con tal de no trabajar y me resultó demasiado incómodo para la vista.
Otras herramientas a las que podemos recurrir son los problemas con la computadora, el archivo de carpetas viejas, ordenar los cajones de nuestro escritorio, ofrecerse a sacar fotocopias o hasta lavar todo lo que esté usado en la cocina.
En definitiva uno termina aburriéndose de “hacer nada” y eventualmente sucumbe a los papeles de trabajo y vuelve a la razón que lo mantiene atado al escritorio durante 8 horas.
Pues bien, esta semana me encontraré entre fotocopias, cajones desordenados, estado del tiempo y llamados personales. También tendré que sucumbir a un par de informes que me miran con desprecio porque no quiero encargarme de ellos. Y todo quedará listo para mi partida y para disfrutar de mis hermosas vacaciones.
Eso sí, si bien voy a trabajar, me voy a levantar 40 veces para cambiarle la yerba al mate, ir al baño, cargar más agua, comer una fruta y seguramente vuelva a leer los titulares del diario, esta vez para ver cómo va a estar el tráfico a la salida del trabajo!

Esa cosita linda llamada ansiedad

El diccionario da muchas definiciones de la palabra ‘ansiedad’. Cada una representa un episodio distinto en mi vida y todas, aunque diferentes, tienen algo en común: ¡yo!
Analicemos cada una de ellas, para poder entender por qué todas me tienen a mí en común.
Definición N° 1: “Anticipación aprensiva de un daño o desgracia futuros, acompañada de un sentimiento de disforia o de síntomas somáticos de tensión. El objetivo del daño anticipado puede ser interno o externo.”
Terrible definición, ¿no? Pues bien, esta mañana tomé el subte a las 7:38 am. Había salido de mi casa, medio dormida, a las 7.26 con una anticipación aprensiva de un daño o desgracia futuros, ya que cuando se acerca algún acontecimiento que me genera mucha felicidad, comienzo a sentir el miedo intenso que no me deja vivir. Sucedió que cuando llegué a la puerta del gimnasio, ya con el carnet de la pileta en la mano, el daño anticipado, que fue externo, se materializó cuando crucé la puerta de ingreso y mi sandalia quedó detrás de mí. No supe como disimular mi ‘casi’ caída de ‘jeta’ y comenté al aire “me quedé sin sandalia”, al tiempo que el imbécil de seguridad acotó, totalmente al margen y sin ninguna necesidad “tené cuidado”.
Decí que a esa hora de la mañana no sé si soy respetuosa o estoy muy dormida, porque se merecía una buena puteada el señor. “¿Ud. se piensa que yo ando por la vida sin cuidado???? ¿No sabe lo que es tener un ACCIDENTE?... Entonces no se meta,¡¡¡ por favor!!!”
A esa altura la disforia y los síntomas somáticos de tensión los tenía a flor de piel, así es que mejor dejo este análisis aquí.
Definición N° 2: “Sensación subjetiva de aprensión y temor que se acompaña de síntomas físicos como sensación de falta de aire, temblor, palpitaciones, aceleración del ritmo cardiaco, etc.”
 Esta definición me es más familiar, la solía sentir con las antiparras asesinas (hasta que se los conté a Uds.) y la siento mucho en distintas oportunidades, siempre sin fundamentos válidos. Por ejemplo, voy caminando por la calle y alguien que tiene que ir en el mismo sentido que yo, se convierte en el objeto de mi ansiedad: “¿Me estará siguiendo? ¿Qué quiere? Mejor cruzo..” Y comienzo a sentir la sensación de falta de aire, al tiempo que verifico cierto temblor en mis piernas y una leve aceleración del ritmo cardíaco, que desciende al comprobar que la persona no me seguía y ya dobló en la esquina. Yo creo que esto puede ser ansiedad o exceso de programas de noticias amarillos.
Definición N° 3: “Estado de agitación, inquietud o zozobra del ánimo. Angustia que suele acompañar a muchas enfermedades, en particular a ciertas neurosis, y que no permite sosiego a los enfermos.”
El estado de agitación lo suelo sentir cuando salgo del subte, pero producto de la subida de las escaleras. ¿Puede considerarse a eso ansiedad? Las inquietudes las tengo las 24 hs del día, me torturan en silencio con cuestionamientos que susurran en mi cerebro. La zozobra del ánimo me suena a que me sobra ánimo en tartamudo, a que ando por la vida matándome de la risa, a que siempre estoy predispuesta a todo lo positivo, a alegría. En ese caso no cuadraría la definición de ansiedad, no sería ansiedad lo que siento si no otra cosa. A mí nunca me zozobra el ánimo. Angustia siento, en varias ocasiones, pero no tengo muchas enfermedades. Sé que soy medio rara y tengo muchos testigos de ello, pero que sea una pesada con la limpieza de mi casa (probable síntoma neurótico) ¿me convierte en ansiosa?
Sosiego me suena como zozobra, pero a algo relacionado con la vista. Seguro es otra cosa, pero no voy a buscar todas las definiciones en el diccionario, porque no terminaría más.
Definición N° 4: “Reacción compleja del individuo frente a situaciones y estímulos actual o potencialmente peligrosos, o subjetivamente percibidos como cargados de peligro, aunque sólo sea por la circunstancia de aparecer inciertos. Incluye componentes psíquicos, fisiológicos y conductuales.”
Bueno, acá entramos en el campo de lo complicado. Son muchas palabras para decir “es cuando te cagas en las patas aunque no tengas un motivo fundado”. En este caso sí, soy ansiosa cuando las luces del lugar en el que estoy, están apagadas. También soy ansiosa cuando paso por una estación de servicio, cuando paso cerca del Aeroparque, cuando tengo que cruzar una avenida ancha y empieza a titilar el semáforo, cuando rindo un examen. Soy recontra ansiosa!!! Y siempre acompañan a esos acontecimientos los componentes psíquicos (no quiero, no quiero, no quiero!), fisiológicos (….) y conductuales (no manejo un auto en una situación así, ni en pedo!).
Definición N° 5: “Forma parte de la vida normal del hombre, es un sentimiento difuso de peligro que nos pone como en actitud de espera.”
Esta definición me hace pensar que soy una tonta que me creí el resto de las definiciones. Y también me suena a que la ansiedad “es una pavada” que puede sentirla cualquiera y por la que no hay que preocuparse. Aunque resulta un tanto amplia luego de la coma, cuando expresa que es un sentimiento como odiar o amar, que son bien complejos y encima de peligro que nos mantiene a la espera. Entonces, recapitulando, si estoy esperando el colectivo y tengo “miedo” de llegar tarde al laburo porque voy retrasada, ¿eso forma parte de la vida normal del hombre y se llama ansiedad?
Definición N° 6 “Respuesta anticipatoria desproporcionada ante un acontecimiento. La persona que la sufre presenta un estado de estrés, nerviosismo y angustia no justificado por los acontecimientos.”
Esta definición me da la pauta de que VIVO ansiosa.  Respuestas anticipatorias doy siempre, no dejo hablar a nadie, me cuesta escuchar cuando tengo algo para decir, quiero expresar lo que pienso antes que los demás, por miedo a que los demás piensen lo mismo que yo y lo digan antes y se crean más originales. Entonces, cuando yo diga “pienso lo mismo”, van a creer que me copio, que no tengo personalidad definida, que soy débil y eso me pone histérica, que piensen que soy débil. Yo soy fuerte señores, no solo físicamente hablando, ya que es algo que se nota al verme, sino fuerte de espíritu, de convicción, de discurso. Y no quiero que nadie me estrese diciendo lo que pienso antes que yo. Porque el solo pensarlo me angustia, me deja en una situación de miedo al qué dirán y entonces no sé qué hacer y me pongo loca, lloro, grito, hablo sin parar…. Es desesperante!!!!! Jajaja, cuadro perfecto aquí, ¿o no?

Yo creo que la ansiedad es algo más especial, ni forma parte de la vida “normal” ni de la “neurosis”. Porque yo siento ansiedad y no soy ni normal ni neurótica (bueno, quizá un poquito). Si tengo que reconocerlo, estoy ansiosa, demasiado ansiosa. Pero ansiosa de mi definición, que no tiene nada que ver con todas las anteriores, ansiosa de “con ganas de que acontezca un suceso esperado, que da un poquito de cuiqui, pero llena de felicidad”.

jueves, 3 de febrero de 2011

Mañana es mi cumpleaños

Mañana cumplo años. Cada vez que menciono cuántos años voy a cumplir, escucho la frase “la edad de Cristo”. El tema es que la edad que voy a tener a partir de mañana y durante un año, es la edad que Cristo tenía cuando murió. Con lo cual, no es muy alegre el comentario y hace un par de días que le replico esto a cada individuo que me dice “la edad de Cristo”. Espero no tener que escuchar durante un año seguido esta frase. Por otro lado, qué falta de originalidad hay en la sociedad. ¿Lo único que se les ocurre con el número 33 es la edad de cristo? ¿Hay que necesariamente hacer un paralelo con otra cosa o encontrarle un parecido a algo? Porque a mí se me ocurre que son dos pétalos de flor desencontrados o dos pares de "gomas" o dos rulos o dos medios corazones, cortados en sentido opuesto a lo usual.
Entonces, si mañana le pregunto a alguien ¿cuántos cumplis? Y me dice “33”, le voy a decir “ah, dos pétalos de flor desencontrados” o quizá le pueda decir “la edad de mi hermana más 2” o “la edad de Mirtha Legrand menos 51”. Más original que la edad de Cristo es…
Mejor dejemos los números de lado y pensemos en el cumpleaños en sí. Siempre me gustó tener un rato para mí sola durante el día de mi cumpleaños. Creo que el hecho de que no soy para naaaaada sociable, no es una novedad a esta altura. En la secundaria me levantaba temprano, me iba a tomar un café sola, escribía algo en algún cuaderno o diario y recién después permitía que me saludaran o me vieran. Siempre fui bastante exclusiva... En esa época, no había teléfonos celulares. Así es que podía mantenerme bastante aislada. También está el hecho de que la época del año ayuda a que sea menor la cantidad de gente que me rodea. Cuando era más chica quizá lo sufría, porque ni siquiera podía llevar caramelos al colegio.
Pero ahora lo celebro, no me gusta que se junte un grupo de gente a mi alrededor y me cante el feliz cumpleaños mientras soplo las velitas. Me gusta más bien que sea un día más, pero con la diferencia de que yo elijo con quién y dónde lo quiero estar.
Durante muchos años me imaginé que los días anteriores a mi cumpleaños la gente se reunía a organizar alguna fiesta sorpresa y ese día me ponía nerviosa, con predisposición a sorprenderme; pero nada (tan exclusiva no soy...). Me acuerdo que cuando cumplí los 30, me armaron un cumpleaños medio ¡sorpresa! y hubo piñata con caramelos y todo.
Pero fuera de ese y algún otro cumpleaños, no recuerdo sorpresas. Ahora odio las sorpresas, sobre todo porque ya no me gusta el tumulto de gente ni el compartir mi día con individuos a los que no tengo ganas de ver.
Por eso organizo yo y cada vez acoto más mi grupo de gente “preferida” para pasar mi cumpleaños. Con decirte que hace dos años éramos 8, el año pasado éramos 7 y este año somos 5!! Me da vergüenza recibir regalos y por eso, me cuesta agradecerlos. Pero me gusta sentir que festejo un día al año y que se abre una ventanita a algo nuevo que puede estar bueno.
Así es que, no me saludo con anticipación porque es mala suerte, pero sé que voy a ser la primera en decirme “feliz cumpleaños” y ese es el saludo que más me gusta.
Ah, para que quede claro, Cristo también tuvo entre 0 y 32 años, así es que cualquiera puede tener la edad de Cristo hasta que cumpla 33…ahí pasará a tener la edad de Cristo... al morir.....